CRÍTICA DE LIBROS. Una novela exótica: “Tú serás mi cuchillo”, de David Grossman
Sinopsis de la editorial: Yair, un librero
neurótico de mediana edad descubre en una reunión de antiguos alumnos del
instituto a una hermosa mujer extranjera,
Miriam, y le propone en una carta desesperada mantener una relación
exclusivamente epistolar, demanda a la que ella accede. Yair y Miriam están infelizmente
casados, cada uno por su lado, y tienen hijos, pero se sumergen en una intensa
historia de amor que, a pesar de desarrollarse sólo por medio de la escritura,
repercute con fuerza en sus vidas.
David Grossman pone de manifiesto el lugar que ocupa la imaginación en las
relaciones humanas, así como el fuerte erotismo que las palabras pueden
encerrar. Con el eco constante de la correspondencia entre Kafka y Milena, en la que el escritor checo sostiene que «amor es que tú seas el cuchillo con el que
yo hurgue en mi alma», este sincero homenaje al poder de la palabra
descubre hasta qué punto la búsqueda de otro es también el descubrimiento de
uno mismo.
Me habían dicho que esta era la mejor
novela de uno de los escritores más originales y mejor dotados de la literatura
israelí contemporánea. Que, en este extraordinario y exótico libro, más que en
otros, Grossman despliega todas sus armas… Y que era “un trabajo de ficción
completamente conseguido, un torrente de las emociones más profundas”,
«Grossman revela la amplitud de su visión universal y de su enorme talento»,
«no recuerda a nada escrito hasta ahora».
David
Grossman teje una historia sobre el amor que nos ayuda a dudar de las
definiciones taxativas, que nos hace preguntarnos cuántas formas hay en eso que
nombramos con una sola palabra. Porque el libro es una fantasía, un ensueño
hecho solamente de palabras escritas.
Una serie
de cartas, el esbozo de un diario íntimo y una conversación telefónica
interrumpida son los registros que usa el autor israelí para deshilvanar los
lazos que unen a los personajes de esta novela. Un libro que deja flotando
inquietud y que hace que las certezas tiemblen.
La correspondencia entre ellos
reactivará sentimientos escondidos desde hace tiempo y adquirirá el aire de las
confesiones jamás desveladas. No hay nada físico ni citas. Solo cartas, sin
poder poner un pie en la realidad.
El libro encierra momentos
rutinarios, ratos desasosegados, alguna incomprensión, mucho erotismo y
desencuentros, reproches, afectos y seducción. Se va adivinando cómo es el
inestable protagonista.
Y luego ella, Miriam,
magistralmente perfilada por el autor, llega a descubrir ––por ejemplo–– que su
corresponsal es zurdo, pero que ha sido obligado a escribir con la mano
derecha. Es como si ella llegara a conocerlo mejor que él a sí mismo, en un
frenético ping-pong.
Una novela epistolar en una sola
dirección, en su mayor parte. Solo se sabe lo que el hombre escribe en las
cartas que le envía a ella; únicamente sabemos de ella lo que Yair le escribe.
Le va contando a Miriam las cosas cotidianas que le pasan, algún programa de
tele, sus primeras experiencias adolescentes con una prostituta, los sueños
nocturnos…
Y, en pleno gran acercamiento, nuestro
hombre interrumpe las cartas.
En la segunda parte, ya muy
avanzado el libro, ella escribe sus impresiones en un cuaderno, como una
especie de diario, que piensa entregar a Yair. Comienza precisamente en el
momento que él ha decidido dejarla, con lo cual mantiene el hilo de la novela.
Ha sido una experiencia curiosa
leer este libro, al que la única pega que le puedo poner es su excesiva
duración: 445 páginas. No tiene sentido alargar injustificadamente el relato
del librero. Estoy convencido que, con la mitad de extensión, hubiera sido una
obra maestra. Para corroborar lo que digo solamente tengo que observar que la
parte de Yair ocupa 325 páginas y la de Miriam (mucho más interesante, por otro
lado), no llega a 90.
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