CRÍTICA DE LIBROS: "La Orgía perpetua (Flaubert y Madame Bovary)", de M. Vargas Llosa
Sinopsis
editorial:
Madame Bovary, de Gustave Flaubert, considerado el precursor
de la novela moderna y uno de los maestros indiscutibles de todos los
narradores posteriores, a través de un ensayo crítico de Mario Vargas Llosa.
La pesquisa del narrador peruano tantea tres diferentes vías de
aproximación al texto flaubertiano: en una primera parte, de tono
autobiográfico, Vargas Llosa se retrata a sí mismo como lector enfervorizado y
pasional. La segunda parte es un análisis exhaustivo de Madame Bovary, cómo es
y lo que significa una obra en la que se combinan con pericia la rebeldía, la violencia,
el melodrama y el sexo. En la tercera parte se rastrea la relación de la obra
de Flaubert con la historia y el desarrollo del género más representativo de la
literatura moderna: la novela.
Mario Vargas Llosa resulta tan solvente en su faceta de crítico
literario como lo es en su oficio de narrador. Del encuentro de una
inteligencia narrativa como la del novelista peruano con la obra más importante
de uno de los autores esenciales de la literatura universal nace un análisis
que vale por todo un curso de literatura.
Mario Vargas Llosa, el escritor de
Arequipa (Perú), terminó este ensayo en 1974. Ya había publicado tres novelas: La ciudad y los perros, La Casa Verde y Conversaciones en la Catedral. Confieso
haber devorado las tres novelas tan pronto como aparecieron; la impresión que
me produjeron fue tan grande que me llevó a considerar a este autor el mejor de
aquella época en lengua castellana.
Particularmente me encandiló La
Casa Verde, porque en ella Mario Vargas Llosa asimilaba las nuevas
técnicas de autores europeos y norteamericanos. En esta novela confluyen muchas
historias que se mueven en tiempos reales y también imaginarios. Se decía por
entonces que La Casa Verde no podía
haberse escrito de otra forma.
Hoy me ocupo de su estupendo ensayo
sobre Madame Bovary y su autor, Gustave Flaubert. La primera vez que cayó
en mis manos este trabajo de Vargas Llosa la desdeñé, por las constantes citas
literales ––en el francés original–– que hace de excesivos párrafos de la
novela. Ahora bien, en esos años, yo estaba muy lejos de sentir la veneración
que ahora tengo por esta obra inmensa de Flaubert.
Vargas Llosa asegura haber estado
enamorado toda su vida del personaje Emma Bovary. Sostiene que la novela está
escrita con un orden riguroso y simétrico; con principio y con fin, que se
cierra sobre sí misma y da la impresión de obra acabada. Hay gente que ha destacado
que en Madame Bovary no ocurre nada.
Sí ocurren cosas (matrimonios, adulterios, bailes, paseos, estafas,
enfermedades, espectáculos, un suicidio), pero son aventuras mezquinas. Uno de
los grandes aciertos de Flaubert es que, en esta gran obra, los pensamientos y
los sentimientos parecen hechos que
pudieran verse y tocarse.
Flaubert
––según
Vargas Llosa es uno de los escritores más lúcidos en convertir lo real en
ficticio––, estaba obsesionado con el ritmo y la musicalidad. El ilustre
francés, después de realizar sus correcciones, leía una y otra vez en voz alta,
gesticulando como un actor. Un buen día de trabajo para Flaubert podía
significar media página definitiva. Hay incluso jornadas dedicadas a encontrar
una sola frase. Fue una auténtica guerra que duró cinco años. Para Flaubert
escribir era una orgía, de aquí el
título del ensayo.
La principal frustración de Emma Bovary
es erótica. Su temperamento ardiente
no tiene un compañero a su altura. Ella tiene capacidad para fabricar ilusiones
y la loca voluntad de realizarlas. Lejos de Dios o de la Ciencia; la utopía de
esta mujer es rigurosamente humana.
La columna vertebral de la historia es la pugna entre ilusión y realidad.
La rebeldía de Emma no tiene semblante
épico. Ella violenta los códigos de la época, azuzada por problemas estrictamente suyos. No en nombre de la
humanidad o la ideología. Su fantasía, su cuerpo, sus sueños y apetitos, se
sienten aprisionados por la sociedad que Emma sufre: es adúltera, miente, roba
y se suicida. La lucha era desigual. Emma estaba sola. Su tragedia es no ser
libre: es pequeño burguesa, provinciana, mujer.
La aventura está prohibida; soñar es un privilegio masculino. Es un personaje patético porque el heroísmo, la audacia
y la libertad, son aparentemente prerrogativas masculinas. Los varones que
rodean a Emma (su marido Charles, León, Rodolphe) se vuelven blandos, cobardes
y esclavos en cuanto ella asume una actitud “masculina”. Así no hay solución.
En cuanto a la forma, hay varios narradores
cuyas voces se relevan con tanta sutileza que el lector apenas nota los cambios
de perspectiva y le parece que el narrador es uno solo. Uno de los grandes
cambios que Flaubert inicia en Madame Bovary es intentar
representar el funcionamiento de la conciencia sin recurrir (como se había
hecho hasta entonces) a sus manifestaciones externas.
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