La Ley del Talión y el Estado de Derecho
Los humanos somos los únicos seres de la tierra con deseo de venganza. El Ojo por ojo está fuertemente arraigado en nuestro cerebro. Cuando algún suceso violento perturba nuestra sociedad enseguida sale a relucir la venganza, el resarcimiento por el daño recibido.
El caso de una joven (violada, asesinada y arrojada a un pozo) ha desatado el miedo y la indignación de nuestra sociedad.
El
Partido Popular, aprovechando la coyuntura, ha promovido una campaña de
recogida de firmas para que se amplíe el número de delitos a los que
aplicar la prisión perpetua (revisable) que ––años atrás, cuando tenía mayoría absoluta en las Cortes–– logró introducir en el Código Penal.
Las
grandes preocupaciones de los españoles (el paro, la corrupción, la
crisis social, la tensión plurinacional) no parecen inquietar al
gobierno de Mariano Rajoy. Seguramente, porque es incapaz de encontrar
medidas que acabasen con esos problemas y porque está metido hasta el
cuello en la vergonzante corrupción que atañe a su partido. Abochorna
que se manipule el dolor de las víctimas con la falsa eficacia
disuasoria de la prisión perdurable. Sonroja ver a padres de dos
víctimas apoyando la iniciativa.
Ha
sido una descarada maniobra de distracción. Algunas personas son torpes
mentales; están convencidas de que si se agravasen las penas se
reducirían los asesinatos y homicidios. Y no es así. Hay que decirlo alto y claro.
La Constitución ha marcado, para el tratamiento de penados, la línea de la reinserción social y la reeducación (artículo 25). Establecer una pena perpetua es un paso atrás en los avances sociales porque el condenado perpetuo es un muerto en vida. La
sociedad no tiene derecho a quitar la vida a los individuos que la
constituyen; la pena perpetua destruye para el condenado el poder trazar
un plan de vida. Para muchos estudiosos del tema, la pena perpetua
supone una entrega total de la libertad del individuo, cosa que la sociedad no puede exigir.
Jueces para la Democracia
rechaza la pena perpetua “por ser contraria a la Constitución, por ser
incompatible con el derecho a la reinserción social y a la reeducación
del penado”.
En España, el índice de asesinatos u homicidios es muy bajo (el 0,69 por cien mil habitantes), mientras que en Europa es mucho más alto (el 0,98 en Francia y el 0,79 en Alemania). Sin embargo, los índices de internamientos son aquí muy largos, en relación con los países de nuestro entorno. Luego nuestro castigo es más severo.
No se olvide que ya hay una pena de 40 años de prisión.
El eminente neurólogo Joaquín Fuster dijo: “No
soy partidario de mostrar la otra mejilla, pero a la gente hay que
darle siempre el beneficio de la duda. Pensar que han hecho lo que hayan
hecho por factores que desconoces y que han formado su cultura y
personalidad”.
El miedo sólo se puede vencer con esperanza y confianza. Sin revancha.
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