Crítica de libros: "El Cártel"

Don Winslow ha creado el personaje de Adán Barreda como un álter ego del narco traficante El Chapo Guzmán. En “El Cártel”, Adán Barrera (antiguo rey del narco que quiere volver a serlo), pone precio a la cabeza del agente Art Keller, quien le metió entre rejas no sin pagar un duro coste personal y profesional.
El autor, Don Winslow, que es partidario de la legalización de las drogas, no duda en contar, entre irónico, conspiranoico y cínico, lo que cree que ha ocurrido con la fuga de El Chapo Guzmán: “No dudo que hubiera un túnel de 1.500 metros, pero tengo grandes dudas de que saliera por él. Mi apuesta es que salió por la puerta principal y el túnel sirvió para dejar una pista falsa y salvar la cara a los vigilantes de la cárcel. Yo estaba en Washington D.C. cuando me enteré de la huida, aunque de huida no tiene nada. Yo tardo más tiempo en dejar algunos hoteles de lo que le costó a él escaparse de esa cárcel. El Chapo ’pidió la cuenta del hotel’ y la pagó con el soborno, la intimidación y el chantaje. El más importante señor de la droga del mundo se ha paseado por una prisión de máxima seguridad. Dos veces". Con esta fuga regaló un guion para la mejor novela negra; la realidad, de nuevo, toma la delantera a la ficción.

Desde el comienzo de la novela se insiste en que es de ficción, pero se recalca que todo lo que en ella se cuenta ha sucedido de verdad. Así pues, aunque el narco se llame Adán Barreda se reconoce en él una imitación exacta de El Chapo. Todas las horribles matanzas y los sobornos descomunales están documentados con el trabajo del autor:
La cárcel de Alta Seguridad de Puerto Grande, más que una prisión en realidad era una fortaleza, en la que el todopoderoso capo Adán Barreda se montaba fiestas y jaranas, rodeado de todas las comodidades, las mujeres más atractivas, los trajes italianos a medida, las bebidas y comidas más caras y exquisitas del mundo.
Don Winslow es muy duro en sus reflexiones: No entiendo cómo alguien puede tener buena conciencia y consumir cocaína para divertirse, sabiendo que es producida y comerciada por violadores, asesinos en masa y traficantes de personas. Todos somos El Cartel, claro. Creo que la gente mira al libro y cree que el término se refiere solo a los cárteles en sí mismos; ya sabe, Sinaloa… Sí, ellos son El Cartel, pero las agencias federales, las cárceles, los abogados, los ejércitos, la gente que se droga, los bancos que lavan el dinero que termina en negocios legales, etc. también lo son. Es decir, de una manera u otra todos estamos atrapados por las drogas”.
Winslow se pasó 16 años de su vida inmerso en el mundo criminal de las drogas, como testigo, levantando acta. Seis años, primero, para escribir El poder del perro y diez más, después, para darnos este relato mitad novela política y mitad documental. En él, el agente de la DEA Art Keller y el jefe del cártel de Sinaloa, Adán Barrera, protagonistas de El poder del perro vuelven a ser los protagonistas de este tremendo relato, de ritmo vertiginoso, durante 696 páginas. Está contado con sosiego, como si el autor no tuviera prisa, con minuciosos detalles de lugares (Tijuana, El Paso, Morelos, Juárez, Chiapas, Laredo, Sinaloa), de nombres y de personajes.
Ya le adelanto al posible lector que la novela le va a atrapar como un narcótico.
México y Estados Unidos están separados (y unidos) por tres mil kilómetros de frontera terrestre. De los miles de camiones que a diario cruzan la frontera, muchos –– como es lógico–– con cargamento legítimo, pero otros llevan un negocio que ronda los 5.000 millones de dólares al año. 
A diferencia de USA, en México la policía no investiga delitos. Su trabajo es preventivo (patrullas, controles de tráfico). La investigación de un delito queda en manos de la policía estatal y la fiscalía. La policía es temida. Puede ser arbitraria y violenta. México es un buen lugar para delincuentes; el país de las matanzas, para que los norteamericanos puedan colocarse.
Al negocio de la droga se le están añadiendo la extorsión, el secuestro y la matanza de policías. Se pone precio a la cabeza de los grandes capos y a la de los policías especiales más firmes. Es lo mismo ¿quién se atreve a ir a cobrar la delación? No duraría ni veinticuatro horas vivo. Lo dejarían frito los restantes capos o los compañeros policías.
Nos describe que hay niños de catorce años, con preparación militar y de guerrilla, que se hacen matones y cobran 150.000 dólares por cada trabajo. A una edad en la que no pueden abrirse una cuenta en el banco, ni comprarse un piso, ni un coche, ni una entrada para una peli porno…
¿Y el ejército? El ejército no lucha contra los cárteles. El ejército es un cártel.
El día a día es una brutalidad tras otra: un joven, acusado de ser chivato de la policía, gritaba mientras le cortaban el brazo con una sierra y lo colgaban de un árbol… Los grandes jefes han perdido el control. Los asesinatos ya no tienen que ver con la droga. El caos de violencia encubre muertes que pueden obedecer a una vieja reyerta, a los celos, a una deuda impagada o a cualquier cosa. El recuento final de muertes relacionadas con el narcotráfico en el año 2010  fue de 15.273…
Ya no se ocultan los crímenes. Los crímenes ahora se publicitan ¿qué sentido tendría cometer una atrocidad si nadie se enterara?
Don Winslow dedica este tremendo testimonio a los 130 periodistas caídos por denunciar a los cárteles.

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