Días muy intensos


Mi escrito del 27 de mayo precisamente terminaba con esas palabras: Nos esperan días muy intensos.
- La sentencia de la primera pieza del caso Gürtel dejó al Partido Popular en estado de shock y provocó un giro de 180º entre las fuerzas contrarias al presidente.
- El hedor de la corrupción y la consigna de “echar a Rajoy” animaron a los socialistas, que decidieron dar un paso adelante en el Congreso, para desalojar definitivamente a Rajoy.

- Pedro Sánchez convenció también a los vascos (“nos echan”, clamaron desolados los populares), ganando así, contra todo pronóstico, aquella moción de censura que lo convertía en el nuevo Presidente de Gobierno.
- Muchos altos cargos del PP se quedaban ya sin trabajo. Una tragedia inesperada. Pero, sobre todo, imprevista.
Esta misma mañana, Mariano Rajoy abandonó también la presidencia del PP; deja la política, tras 37 años. El español más poderoso de la historia democrática.
 El Presidente estaba feliz, a finales de mayo, después de lograr aprobar los Presupuestos de 2018 con el apoyo de dos fuerzas antagónicas: Ciudadanos y el PNV. Pero el impacto social de la dura sentencia le derrotaría muy poco después.
Sánchez hoy está en la Moncloa por la corrupción del PP. La descomposición que trajo la caja B y la financiación irregular del partido elevó la crispación hasta hacerla insostenible.
La corrupción es como la carcoma. Una larva muy pequeña, oscura y cilíndrica, que excava galerías en la madera, soltando un polvo o serrín que delata su presencia. Cuando el insecto se va, ha dejado sus huevos en las galerías para que reanuden el ciclo. 
Rajoy no quiso ver el polvo de la descomposición, el serrín, y no puso remedio a tiempo. Ha convivido con la podredumbre hasta que se hizo intolerable.
En estos días, la actuación de Ciudadanos ha sido torpe. No ha podido hacerlo peor. Y por eso se puede quedar en un mal recambio del PP. No calculó que la Gürtel asfixiaba a Rajoy y le apoyó en la moción de censura… a pesar de todas las humillaciones que los populares le venían haciendo. Rivera ha convivido con la corrupción pensando que su mayor enemigo en las urnas (el PP) se quemaría y Ciudadanos emergería como la gran renovación de la derecha. Lo que quería era gobernar y los sondeos le auguraban la victoria. Por eso insistía una y otra vez en el adelanto de las elecciones y lo antepuso a cualquier otro acuerdo.
Pedro Sánchez, el hombre que, ante las cámaras, llamó indecente a Rajoy; el que renegó de su investidura con su No es NO, venció al caimán.
Se ha ido Rajoy, pero el PP se queda.

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