Un bolso en el escaño
La imagen refleja la soledad de la
vicepresidenta Susana Sáez de Santamaría junto al escaño vacío de Mariano
Rajoy. La tarde del 31 de mayo en la que tenía lugar la moción de censura
contra el Presidente, este se ausentó del Parlamento durante nueve horas.
En el asiento de Rajoy, la vice
presidenta había puesto su bolso.
Rajoy se marchó a comer en un lujoso
restaurante cercano a las Cortes y allí estuvo plácidamente horas y horas; sin
dar la cara, que es la primera obligación de un político.
Sus más allegados no sabían dónde
estaba: El partido se hunde y al jefe le
da igual, se lamentaba uno de ellos. Sería el penúltimo desprecio de Rajoy al
Parlamento. Porque la última falta de cortesía, a los representantes del Estado,
tendría lugar a la mañana siguiente: un retraso de dos horas, sin justificación
alguna. Ni la más elemental gentileza parlamentaria. Lo que el pueblo llano
suele decir: tiene mal perder.
Los últimos exabruptos de los
populares mostraban toda la sorpresa y la rabia de las últimas horas:
Gobierno Frankenstein,
maniobra-trampa, políticos sin futuro, gobierno de terroristas y separatistas,
el caos tumba a Rajoy…
Sabían que mentían una vez más. Era
legítimo el nombramiento de pedro Sánchez: está en la Constitución que gobierne
quien consiga más apoyos parlamentarios.
En realidad, ha costado tanto
desalojar al Presidente porque todos sus opositores discutían entre ellos. Pero
la corrupción le hirió de muerte. Lo
socarró.
Estuvo bien el desahogo de Unidos
Podemos: ¡Sí se puede! Era una seria advertencia a los medios de
difusión, que tantos fracasos vaticinaron a la moción de
censura.
Al día siguiente de aprobar los
Presupuestos de 2018, una sentencia del Caso Gürtel señaló directamente al
Partido Popular. Las explicaciones de los voceros de los populares no
consiguieron tapar el escándalo. Pedro Sánchez estuvo al quite y en pocas horas
consiguió partidarios. Lo que se antojaba como una quimera, fructificó. Las
caras de los parlamentarios peperos eran un poema. ¡Nos echan!
El flamante Presidente Pedro Sánchez
es un superviviente. Dejó su escaño
en el Parlamento porque no quiso abstenerse en la investidura de Rajoy. Más
tarde resurgió, ante la sorpresa del propio aparato socialista.
Hay que confiar en este hombre, aunque
tenga evidentes carencias políticas. Tiene voluntad de hierro, es luchador y
parece honesto. Puede abrir la ventana a la decencia.
Solo cabe desearle mucha suerte.
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