CRÍTICA DE LIBROS: "Apegos feroces"
Sinopsis de la
Editorial:
Gornick,
una mujer madura, camina con su madre, ya anciana, por las calles de Manhattan,
y en el transcurso de esos paseos llenos de reproches, de recuerdos y
complicidades, va desgranando el relato de la lucha de una hija por encontrar
su propio lugar en el mundo. Desde muy temprano, Gornick se ve influenciada por
dos modelos femeninos muy distintos: uno, el de su madre, una mujer neurótica,
terca e inteligente que dedica toda su energía al cuidado de su familia, que
coloca el amor en el centro de su existencia y renuncia a cualquier otro ideal;
el otro, el de Nettie, la joven
vecina apasionada, inexperta y dependiente, viuda y madre de un bebé, que sólo
se siente segura frente a los hombres, consciente de que es sensualidad en
estado puro. Ambas, figuras protagónicas en el mundo plagado de mujeres que es
su entorno, representan modelos que la joven Gornick ansía y detesta encarnar,
y que determinarán su relación con los hombres, el trabajo y otras mujeres
durante el resto de su vida.
Ésta es la historia de un vínculo
delicado y fatigoso, de un nexo que define y limita al mismo tiempo, pero
también es el retrato de una sociedad y una época, y una extensa meditación
sobre la experiencia de ser mujer.
Es un libro profundo y bello; triste y nostálgico. Está narrado de forma amena y directa. Con sencillez admirable va describiendo un mosaico de personajes inolvidables.
En
apariencia, se trata de unas “memorias” centradas en los entresijos de una
relación madre-hija, que viven en un piso del Bronx neoyorkino. Es brillante la descripción de los ruidos del
vecindario y de los diversos acentos. Cómo convertían el cotilleo en
información: los sonidos otorgaban sentido a la actividad humana de los
vecinos.
Mi madre es
amable y sarcástica, histérica y generosa, irónica y criticona y ––en
ocasiones–– cariñosa y tierna.
La
madre de Gornick había tenido 18 hermanos. Ella, perteneció al Partido
Comunista y les recitaba a sus hijos las consignas políticas al igual que otras
madres “los cinco lobitos”. La mayor parte de la confraternidad vecinal venía
dada por su camaradería política.
Le
inculcó a su hija durante miles de días que el amor era lo más importante en la vida de una mujer. La autora,
continuamente, emite su parecer como un cuchillo:
Mi madre disfruta pensando, aunque no lo sabe. Nunca lo ha sabido.
Gran parte de las cosas que su madre sostenía,
se quedaron impresas en la escritora como tinte sobre el material más
absorbente.
Cuando
murió el marido (padre de Gornick), la ocupación de su esposa se convirtió en
guardar luto. La autora llega a decir: “Mi padre me pareció más real muerto que
vivo”.
Nos
relata después que se hace periodista y se casa con un gentil. Es una parte del
libro magnífica, con las vicisitudes que le ocurren y la decepción que va
sintiendo. Se da cuenta “cómo una se despierta tan sola a la mañana siguiente
como se había acostado la noche anterior”. Ninguno de los dos sabía exponer la
decepción que llevaban dentro: “Si él proponía ir al cine yo le decía que tenía
trabajo”. Si a dar una vuelta, ella estaba demasiado cansada; si había una
fiesta en la escuela, “Ve tú yo no tengo
ganas”. Así, cinco años y la ruptura.
Posteriormente,
nos va contando su vida con sucesivos hombres y la peculiar reacción que en
cada caso va teniendo su madre. Uno de los hombres está casado, pero la autora
lo quiere intensamente y es muy feliz en los ratos que está a su lado. Lo que
su amante hiciese cuando no estaba con ella no le causaba la más mínima
preocupación. Pero cuando su madre se enteró, le soltó: “¿Qué se siente al
robarle el marido a otra?”.
Genio
y figura. El libro no llega a 200 páginas. Eso sí: tiene un tamaño de letra parecido al de un prospecto farmacéutico. Una pena.
Pero
no se lo pierdan.
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