Nueve semanas y media
Así se titulaba una peli, en la que
Kim Basinger y Mickey Rourke muestran una obsesiva relación entre la
satisfacción y la humillación.
Nuestros políticos ––en general–– no
acostumbran a solucionar los problemas que se les van presentando y nos llaman
a votar para que los salvemos del compromiso.
Fiel a este corolario, Pedro Sánchez
señala la fecha del 28 de abril para las Elecciones Generales. El suyo va a ser
el Gobierno más corto de la Democracia. No ha tenido tiempo de exhumar a
Franco, ni de reformar la llamada “Ley Mordaza”, ni la Reforma Laboral o la
LOMCE educativa, ni la Transición Energética y el Cambio Climático, tampoco el
fomento da la Investigación…
Lo primero que hay que destacar es que
van a ser las elecciones más inciertas
que hayamos conocido, cargadas de enorme crispación. “Entre unos y otros han
dividido más a la sociedad; la mentira, la bronca, el enfrentamiento; el
griterío es muy desagradable y en España hoy lo de menos es la verdad” (en palabras de Aitor Esteban, ¡qué
político tan formidable este hombre!).
¿Qué va a salir de las urnas?
El viento sopla a favor de la derecha. Al Trifachito (Ciudadanos, PP, VOX), le dan las encuestas el 49%.
Recordemos que el máximo que alcanzó la derecha fue el 46% en 2016.
Pero esta tendencia puede variar o dar
la vuelta.
Los socialistas van a mejorar resultados porque han iniciado una
política de mayor atención social. Los electores de izquierda están dolidos por
el duro resultado de Andalucía, pero los votantes progresistas
pueden activarse.
El PSOE y Ciudadanos
se han distanciado, por la cuestión catalana y la animadversión de Albert
Rivera. Hay votantes de Ciudadanos desconcertados por la derechización de este
partido; algunos descontentos del PSOE, que votaron a la formación de Rivera,
podrían cambiar de opinión ante la huida del centro.
Lo malo es que el crecimiento en votos
del PSOE está muy relacionado con las pérdidas de Podemos (que le ayudaría a sumar una posible alianza poselectoral).
El cuadro de Iglesias no logra superar sus peleas y su desconcierto internos;
aunque las últimas fechas les hayan proporcionado algo de esperanza.
El Partido Popular puede descender de los 100 diputados (tiene 137).
Casado es incapaz de parar la sangría de votantes que se le van a VOX, aunque
su discurso cada día sea más intransigente y crispado. No se piensa nada sus
constantes bulos. El último, que el PP ha tumbado los Presupuestos. No. Los
Presupuestos se los han cargado los independentistas. Eso lo sabe hasta un niño
de siete años.
A VOX
no le interesaban elecciones Generales tan pronto. El partido se mueve
mejor en las Autonómicas y Municipales que son espacios más cerrados donde la
Ley D’Hondt les perjudica menos.
Como he apuntado, la incertidumbre es
tremenda. Es imposible medir el impacto que la situación de Cataluña (y el
juicio en el Supremo) tendrán en esta llamada a las urnas. Si los partidos
progresistas no consiguen movilizar a la izquierda desangelada tendremos un
panorama desalentador, una considerable vuelta atrás.
Nueve semanas y media de recelos,
sospechas, bulos (fake news, falsas noticias) y mentiras, muchas mentiras.
¡Qué país tan atrayente!
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