CRÍTICA DE LIBROS. Prohibido nacer, de Trevor Noah


SINOPSIS. - De padre blanco y madre negra, Trevor Noah nació en pleno apartheid y, en consecuencia, fue un hijo prohibido por la ley que en aquellos momentos dominaba con mano de hierro Sudáfrica. Este es un libro de memorias de su infancia, una vida llena de penurias y rechazo -antes del viaje a Estados Unidos- que convertiría a Noah en un fenómeno de masas y una cara reconocida internacionalmente: un niño que nació en Sudáfrica cuando lo tenía prohibido.
Trevor Noah (Johannesburgo, 1984) se crio en una familia pobre en la violenta Sudáfrica del apartheid. Dos décadas después, es la nueva estrella de la comedia política en EE. UU. y el principal azote de Donald Trump.
    Mi madre me quería tanto, que tuvo que tirarme de un coche en marcha para que huyera. Mi padre me quería tanto, que cuando paseaba conmigo lo hacía por la vereda de enfrente, sin mirarme. Mi padre era suizo, muy blanco. Mi madre era xhosa, muy negra. Y, según las leyes del apartheid, por ser de razas distintas tenían prohibido hacer el amor.  Pero al parecer lo hicieron… porque nací yo.
Lo peor que podía haber hecho.
Es difícil resistirse a un relato que tiene tanta ironía. Enseña y entretiene. Con estilo directo y humor desenfadado, como un monólogo de El Club de la Comedia, el autor ha logrado un libro serio, aunque el relato de las sucesivas anécdotas sea muy divertido.
Tiene tres partes. El lector ––conocedor del actual éxito de quien nos está narrando su vida–– espera ansioso el momento del éxito, que no se nos cuenta en esta ocasión; lo que nos hace suponer que vendrá una segunda entrega.
Lo paradójico es que el protagonista (un hombre de color) resultara blanco para los negros y negro para los blancos.
La madre ––una mujer “muy especial”, lo mejor del libro–– de Trevor le enseñó a pensar. A ella nadie la había elegido y encontró su camino a base de voluntad pura. Su proyecto personal fue su hijo. Decía: aunque mi hijo nunca salga del gueto, al menos sabrá que el gueto no es el mundo. Lo más asombroso es que esta madre lo había empezado a preparar en un momento en que no podía saber que el apartheid se iba a terminar.
En aquella época, la población negra en Sudáfrica superaba en número a la blanca en una proporción de 5 a 1. La población negra estaba compuesta por tribus distintas que hablaban idiomas distintos y se hacían la guerra entre ellos. Los moradores blancos aprovecharon la situación para dividir y conquistar. Dividieron concediendo distintos niveles de derechos y privilegios.
Hasta que llegó Nelson Mandela. Convencido de que los blancos nunca se irían de Sudáfrica, decidió que sus gentes tenían que aprender inglés. Para entender a los dominantes blancos y obligarlos a negociar. 
Siendo niño, Trevor ya se dio cuenta de que un hombre instruido es un hombre libre o, al menos, un hombre que anhela la libertad. Tiene muy claro que el idioma, más que el color, define quién es la gente. Así que este muchacho habla inglés, afrikáner, zulú, xhora…
“No te enfrentes al sistema, búrlate de él. Crecí en un mundo de violencia, pero nunca fui violento. La violencia es inútil: se infringe daño para que el dañado inflija daño a otros”.
“Cuanto más íbamos a la iglesia más cosas aprendía sobre cómo funciona el cristianismo: si eres nativo americano y rezas a los lobos, eres un salvaje. Si eres africano y rezas a tus antepasados eres un primitivo. Pero cuando la gente blanca reza a un tipo que convierte el agua en vino, pues mira, eso es sentido común”.
Llaman la atención muchísimas anécdotas. Destaco la que cita el autor sobre una tía suya, que nunca le pegaba: “No sé cómo pegarle a un blanco”.
El narrador nos explica que el racismo carece de lógica. En Sudáfrica, a los chinos se los clasificaba como a negros. Las autoridades no sabían qué hacer con los chinos. En cambio, a los japoneses se los consideraba blancos (por su nivel de vida, sus coches y sistemas electrónicos). No tenía sentido porque el problema, casi siempre, era distinguir a los asiáticos, que parecen iguales.
Se lo recomiendo para estos días de tribulación.

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