Crítica de libros.- Un suspense inagotable: “Soy Pilgrim”, de Terry Hayes
En una plaza pública de Arabia Saudí, un
hombre es ajusticiado bajo un sol abrasador y un chico de catorce años observa
impotente entre la muchedumbre: es su hijo.
En un lúgubre hotel de Manhattan,
aparece el cuerpo sin vida de una mujer joven y todos los indicios para
identificarla han sido eliminados minuciosamente.
En un vertedero de Damasco, un destacado
experto sirio en biotecnología es encontrado con evidentes signos de tortura.
En una remota región de Afganistán, el
hallazgo de una sustancia bacteriológica letal en los restos de unos
cooperantes internacionales desata la alarma.
Una línea invisible conecta todos estos
hechos, dibujando un plan perfecto para cometer un monstruoso crimen contra la
humanidad, y la única persona capaz de impedirlo es un ex agente que huye de su
pasado y ha borrado su identidad: ahora sólo responde al nombre de Pilgrim, el peregrino.
Ésta es la historia de una carrera
trepidante contra el tiempo y, sobre todo, contra un enemigo sofisticado e
implacable.
Cuando comienzo a
leer este libro ––a pesar de estar advertido–– lo hago con mucha prevención. A
un tocho como este (862 páginas, 1,280 gramos de peso, cuatro centímetros y
medio de grosor, como un ladrillo) solamente le metería mano si quien me lo
recomienda es de toda garantía. Gracias, Marisa.
La novela se
divide en cuatro partes y está perfectamente estructurada para que la intriga
no decaiga a lo largo de las páginas; una mezcla de novela de espías y thriller psicológico. Muy visual.
Los capítulos duran apenas cuatro o cinco
páginas (algunos de sólo página y media) con lo que se asegura una acción
trepidante hasta el frenético final. También ha resuelto limpiamente que toda la
ingente cantidad de personajes que van apareciendo no supongan lastre alguno
para el lector. Emplea argucias resultonas: mientras sea posible no se detendrá
en asignar nombres a los personajes y otras veces recurrirá a su buen humor (si
una mujer se le parece a Marilyn Monroe, a partir de aquí la llama Marilyn; o, cuando se tercie, a otro
fulano lo llamará Bob Esponja y así nos
alivia la lectura).
La simplificación
mayor es la de los dos antagonistas. El agente norteamericano que se hace
llamar Brodie Wilson, Michael John Spitz, Jude Garret… lo llama Pilgrim (Peregrino) y a su opositor
––un fantasma para sus enemigos––, el Sarraceno
(árabe musulmán que luchaba contra cristianos, también nómada. Era las tres
cosas).
Este rompecabezas
me recuerda la saga de Misión imposible: un
asesinato cometido en la Plaza Roja de Moscú, otro en Montana, y luego en
Londres, Suiza, Arabia Saudí, París, una isla griega… Pero enseguida las piezas
comenzarán a encajar y a ensamblarse todos los sucesos que se han ido narrando,
sorprendiendo continuamente.
Los dos
protagonistas:
1) Pilgrim es un tipo americano que, innumerables veces,
había quebrantado los valores más profundos de su país con el fin de proteger
esos mismos valores; él mismo justifica la violencia en aras de “un bien
mayor”. Después del terror del 11-S
y las Torres Gemelas todos los esfuerzos de los agentes norteamericanos se
destinaron a escudriñar el mundo islámico. La forma de pensar del protagonista
es de este estilo: El taxista debió de
pensar que yo estaba loco, pero su religión considera razonable dilapidar a una
mujer por adulterio; así que me dije que estábamos más o menos en paz.
2) El Sarraceno se curtió en la guerra de Afganistán contra
los rusos; estudió medicina en Beirut, con becas norteamericanas, y se hizo de
Al Qaeda (La Ley, en árabe). Quiere golpear el corazón mismo de los
Estados Unidos, el enemigo lejano,
sin el cual se derrumbarían todos los enemigos
cercanos.
Las descripciones
de tantos lugares resultan muy amenas y algunas especialmente interesantes,
como la del centro de restauración de Uffizi, en Florencia. Otro tanto cabe
decir sobre reflexiones culturales y episodios como la emigración. Una cita a
Max Frisch: Queríamos mano de obra y
llegaron seres humanos (con su religión, sus mezquitas, su Corán).
Si tuviera que
achacarle algún defecto al libro sería que tiene algunas “casualidades” un poco
forzadas, pero muchas menos que cientos de relatos que precedieron a esta obra.
Es una novela
perfecta para vacaciones.
No se la pierdan.
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