CRÍTICA DE LIBROS: La hermandad de la uva, de John Fante (207 págs.)

Sinopsis de la Editorial Anagrama: A Henry Molise nunca se le ha dado muy bien tomar sus propias decisiones. Cuando uno de sus hermanos le avisa de que sus ancianos padres están a punto de divorciarse –y esta vez parece que va en serio–, regresa a regañadientes a San Elmo, el pequeño pueblo del que se marchó para convertirse en escritor. Allí se verá expuesto a las altas dosis de radiación que emite la figura paterna, Nick Molise, un viejo cantero, borracho, pendenciero, orgulloso e infiel. El «perro rabioso», «tirano de la paciencia ajena», es el padre que ningún hijo querría para sí.

Desde la perspectiva de ese álter ego de Fante, el autor nos ofrece otra de sus novelas moldeadas por el peso de la vida, una nueva obra hecha desde la necesidad, casi desde la desesperación, bañada por el humor nacido de lo hiperbólico. Una especie de reconciliación con la maldición hereditaria llamada familia, un despegado homenaje a la generación de emigrantes que construyó un país con sus manos y que empapa en vino la espera del fin –no solo de sus días, sino de una manera de entender el mundo– en pueblos agonizantes. Dostoievski hubiera estado orgulloso de usted, John Fante.

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Es un libro divertido, para pasar un rato muy entretenido. Se trata de una familia irrepetible de italoamericanos; todos ellos inútiles, vagos y desquiciados. El padre Nick Molise, un viejo albañil borracho, pendenciero, ligón, despótico y ateo. Un pobre diablo con tres hijos (un guardafrenos, un empleadillo de banca, un escritor) y una hija (Stella). Su mujer, la señora Molise, es una excelente cocinera italiana, frecuentemente golpeada por su esposo y desdeñada por sus cuatro hijos y las tres nueras. Es una mujer muy vital, cargada de compasión y ternura.

La Hermandad de la uva la componen una cuadrilla de borrachines pertinaces y contumaces jugadores de cartas, malhablados y dicharacheros.

John Fante tiene una narrativa precisa, incisiva. A su prosa no le sobra nada; en algunos momentos el lector se da cuenta de que todos aunamos egoísmos y grandezas. Y John Fante sabe cómo hacérselo ver con las palabras adecuadas. Hace que los miembros de esta familia divertida y extravagante, estén viviendo un disparate continuo de ocurrencias y sobresaltos sin cuento.

El narrador es el hijo mayor, Henry, escritor de profesión, que emplea su peculiar humor corrosivo en la narración, con toques exagerados y graciosos:

Mi suegra Hilda y yo estábamos estrechamente unidos por un sentimiento que nos ataba para toda la eternidad: el odio. Ella estaba convencida de que los italianos tenían sangre africana, de que todos llevaban navaja y de que Italia estaba en las garras de la Mafia. No era ninguna exageración. Muchas personas preocupadas también lo creían, en particular los italoamericanos”.

“Mi padre nunca había querido tener hijos. Había querido tener peones de albañil y ayudantes de cantero”. Cuando Henry Molise, el escritor (admirador de Dostoievski) vuelve a San Elmo, por un grave problema familiar, sabe a lo que se expone. No es fácil volver a tu casa de la infancia, a tu juventud y también volver a la dinámica destructiva de tu caótico hogar familiar.

Porque el padre Nick ponía patas arriba todo lo que le rodeaba, con mucho talento, con tierno rencor y no poca tiranía.

Un libro muy distraído, ágil y ocurrente; ideal para pasar estos tiempos de tribulación.

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