CRÍTICA DE LIBROS: Tres habitaciones en Manhattan, de Georges Simenon

SINOPSIS de Acantilado: Cuando se conocen por azar una noche en un bar de Manhattan, Kay y Frank son dos almas a la deriva. Él, un actor que roza la cincuentena y al que ya le quedan lejos los días de gloria, intenta olvidar a su mujer, que lo ha abandonado por un hombre más joven. Ella, que acaba de perder la habitación que compartía con una amiga, no tiene donde pasar la noche… ¿Bastará la inmediata atracción mutua para hacerles olvidar las heridas de la vida? Celoso del pasado de Kay, temiendo perderla, tan inseguro de ella como de sí mismo, Frank estará a punto de malograr la nueva oportunidad que el amor parece brindarle. En Tres habitaciones en Manhattan, Simenon se adentra en el corazón de la gran ciudad tras la pista de estos dos vagabundos que se aferran (ajenos al espacio y al tiempo), a un amour fou.

*  *  *

    Georges Simenon (1903- 1989) escribió nada menos que 191 novelas y otros relatos más, publicados con pseudónimo. El Comisario Maigret es el protagonista de 72 de esas novelas. En todo el mundo es reconocido como un maestro, uno de los mejores escritores del siglo XX.

La trama nos cuenta que dos personas transitan como perdidas en las calles, de una ciudad como Nueva York. Y el azar los junta. Y, unas horas después, están tan ferozmente soldadas una con otra, que la idea de separación les resulta intolerable.

Un extraño y una desconocida, a quien comenzamos a tratar como si la hubiéramos esperado toda la vida. De pronto, ambos se ven caminando junto a una persona a quien veinticuatro horas antes, no conocían, y de la que ahora no se pueden apartar.

“Tres Habitaciones En Manhattan” trata del amor desesperado que somos capaces de profesar a alguien que acabamos de conocer, tan sólo porque nos encontramos en un momento débil, o en soledad… Dos almas que se encuentran y deciden acompañarse. ¿Para siempre?

- ¿Dónde vive usted?

- Desde esta mañana no vivo en ninguna parte.

Tres habitaciones en las que François y Kay se van acostando de noche y se despiertan de noche. Nada saben el uno del otro y, sin embargo, nunca dos cuerpos humanos, se habían abismado uno dentro del otro más salvajemente, con una furia desesperada. Desde que se conocen dejan pasar el tiempo porque nada les permite vislumbrar un porvenir posible.

La cuestión es que, cuando dos personas se desconocen, pueden existir malentendidos entre ellas. Por eso, a Frank no le urge tanto conocer la vida de Kay como hablar de la suya y decir quién es, pues inconscientemente sufre porque lo tome como a un hombre cualquiera o peor aún, que lo ame como a un hombre cualquiera.

Kay estaba tan sola, tan irremediablemente sola, estaba tan decaída, con tal conciencia de que no remontaría nunca la pendiente, que había decidido seguir al primer hombre que se presentara, fuera quien fuese. También François se sentía solo y triste cuando conoció a Kay, por lo que en seguida se hundió en la intimidad. Recordaba la primera vez que se habían arrojado el uno sobre el otro, sin saber nada el uno del otro, salvo que estaban hambrientos de trato humano.

Van callejeando por bares, hoteles, locales de música. Él, Frank, es muy celosos y quiere saber a cuántos hombres ha conocido Kay, si los amó o fue solo romance de una noche. Este discurrir por las calles empieza a hacerse sofocante para ella, pero Frank no se compadecía, sufría demasiado por sus celos.

Viven sucesivamente en tres habitaciones diferentes y en cada una de ellas los dos eran diferentes también. Además, descubrían nuevas razones para amarse.

Y es que la soledad, como dice Georges Simenon, es la que nos hace comprender el inestimable valor del contacto humano.

Novela intimista, que les recomiendo.

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