CRÍTICA DE LIBROS. - “Morir es un color” de Mario Marín -239 págs.

Sinopsis de Ediciones del Viento: Santi, que trabaja en casa para Amazon, vive en un barrio de Huelva. Tiene cuarenta y siete años y dos hermanos, uno normal y el otro chino. El chino es hijo de la china del chino de enfrente de la casa de sus padres. Un día Santi, solo, se tira llorando en el suelo toda la mañana y lo tienen que ingresar en el Vázquez Díaz. Allí́ conoce a Carmen y se establece entre ellos una relación de amistad ante la tristeza. Con extrema delicadeza y una escritura desprovista de toda retórica, desnuda, callejera, Mario Marín va contando una historia terrible y amable, que va dosificando al lector con ternura infinita. Una novela sobre las enfermedades mentales, sobre la vida cuando viene torcida, sobre la amistad. Esta novela es una obra maestra.

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      Muy de tarde en tarde me encuentro con una novela que leo de un tirón. Como suena. En esos casos, apenas hago unas breves paradas para estirar las piernas y atender las exigencias fisiológicas. Este libro me lo leí en seis horas. Suelo leer más deprisa, pero con “Morir es un color” iba saboreando la técnica con la que el autor desgranaba la vida de la familia de los dos protagonistas, de los vecinos, los amigos y los lugares.

No había oído hablar de Mario Marín, onubense de Aroche, quien ha escrito con anterioridad otras dos novelas. En la contraportada del libro se indica que Marín es “diestro en dar criterio al disparate. Avezado en despropósitos. Perito en absurdos y contrasentido”. Una pluma fresca, original y que no tiene nada que ver con los habituales lanzamientos editoriales de aburridos autores, a quienes nos pretenden presentar como novelistas consumados.

Es una novela increíblemente atractiva (a pesar de tratar un tema muy duro:  dos personas unidas por la tristeza de la vida); no le sobra una línea y se lee muy bien por el talento a raudales que ha puesto el autor, su desparpajo andaluz y el cariño que desprenden los personajes.

Ya en la novena línea el escritor apunta:” Lo peor de morirse es que te mueras para siempre”. No emplea apenas la coma porque casi siempre usa frases muy cortas, con desembarazo, como si lo contase todo seguido, sin importar según qué detalles, sin rodeos, tal como ahora habla mucha gente: “Mi abuelo era de Punta Umbría y se sabía la marisma mejor que un pato… Estás cogiendo dos cervezas de litro para luego el partido… Mi padre nunca ha perdido el tiempo en ponerse nervioso… Entre los zumbados, preguntar qué te pasa es como entrar en una pastelería y preguntar si usan azúcar en los pasteles”.

Las enfermedades mentales las trata, como señala la sinopsis, con extrema delicadeza. Las reflexiones internas de los personajes (Lo peor del miedo no es el miedo sino el tiempo del miedo) nos dejan el horror del paso del tiempo.

No quiero profundizar ni darles más pistas. Es una bella historia de amor y amistad que les recomiendo apasionadamente porque es una gran novela. Una maravilla.

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