CRÍTICA DE LIBROS: Tokio Redux, de David Peace –448 págs.
Sinopsis de Edit. Hoja de Lata: El 5 de julio de 1949 la Ocupación tenía resaca. El Japón ocupado militarmente por los Estados Unidos se despierta de los festejos del Cuatro de Julio con una preocupante noticia: Sadanori Shimoyama, el presidente de la Empresa Nacional de Ferrocarriles, el hombre que adora los trenes, ha desaparecido. Sobre él pesan amenazas de muerte tras anunciar cien mil despidos. Shimoyama es pieza clave para que todo siga funcionando bajo la Ocupación, para que el país ame a sus nuevos amos, para que no estalle la tercera guerra mundial. El general Willoughby, mano derecha del comandante supremo MacArthur, su fascista favorito, en encontrar a Shimoyama.
En 1964, mientras el país prepara los Juegos Olímpicos, al expolicía Hideki Murota, le encargan averiguar qué ha sido de Roman Kuroda, escritor obsesionado con el misterio Shimoyama. Su editor le ha dado un cuantioso anticipo para que escriba el gran libro sobre el caso y el plazo del contrato está a punto de expirar.
Y en el otoño de 1988, mientras el emperador Hirohito agoniza, Donald Reichenbach, el prestigioso traductor estadounidense afincado en Japón, recibe la visita de una joven compatriota. Viene a exigirle información sobre los lejanos días en los que el joven Reichenbach trabajaba y encarga al detective Harry Sweeney que centre todos los recursos disponibles para el contraespionaje americano en el país del sol naciente.TokioRedux es la historia de tres hombres atrapados en la locura que envuelve el caso Shimoyama, una espectacular novela negra de corte clásico a la que David Peace ha dedicado diez años y que pone broche de oro a su Trilogía de Tokio.
* * *
David Peace es uno de los grandes escritores del género negro. Él mismo ha dicho que “la novela negra es la gran literatura moral de nuestro tiempo”; el vehículo para narrar el cinismo, la inmoralidad, la maldad y la corrupción del sistema capitalista. Su tremenda desigualdad social.
A este genial autor hay que entrarle con interés y respeto. Porque, en principio, el estilo crea cierta sorpresa (y hasta confusión) lo que no es ningún obstáculo porque la novela se lee con mucho interés; sin sobresaltos en la trama y con texto muy poético. A David Peace le costó diez años escribirla y afortunadamente se nota. El autor incluye titulares de la sección de Noticias de los periódicos de Tokio (a lo John Dos Passos).
Recurre frecuentemente a la onomatopeya, a transcribir los ruidos que percibe el protagonista, imitando el sonido que designa, de tal modo que el autor puede apuntar “ton-ton”, “pop-po” o la sonoridad del movimiento del tren o la lluvia contra los cristales. Peace aclara que lo hace para dar musicalidad al texto. Según tengo entendido, el idioma nipón es muy onomatopéyico. En fin…
Antes de esta “Redux” (la tercera de la Trilogía de Tokio), el brillante David Peace había publicado “Año cero” y “Ciudad ocupada”.
“Tokio Redux” está estructurada en tres tiempos:
El primer período, “La montaña de huesos”, está protagonizado por Harry Sweeney, un aburrido policía procedente de Montana; concienzudo, diligente, muy trabajador. Y algo pendenciero. Le encomiendan que aclare la muerte de Sanadori Shimoyana (se ha dicho que la desaparición de esta figura trastornó a Japón tanto como la de John Fitzgerald Kennedy a los Estados Unidos). Harry se encontrará ante una encrucijada ––pues una parte de los investigadores la considera suicidio y la otra, asesinato––, que pondrá en riesgo su vida.
La intriga nos llevará por escenarios del país y las cloacas del poder. Hay que impactar a la gente, dejarla consternada y horrorizada; la única manera de lograr eso es hacer una cosa mala a un hombre bueno, sacrificar a un hombre bueno. Shimoyana, el hombre que adora los trenes, salvó los ferrocarriles que tanto necesitaba el país. Pero tiene que despedir a cien mil empleados. Y él mismo quiere dimitir (no es justo que quien despide a tanta gente conserve su trabajo). Es el momento histórico de la ocupación aliada tras la victoria en la Guerra Mundial, el contraespionaje de las dos superpotencias, las pugnas de los sindicatos y las peleas de las facciones de la ocupación norteamericana y su enfermizo anticomunismo.
En el segundo tiempo, “El puente de las lágrimas”, el detective es Ideki Murota, detective imperturbable, despedido de la policía japonesa por haberme follado a una chavala pan-pan a mi ritmo. También en esta parte tiene protagonismo Román Kuroda escritor de relatos casi oníricos y especialista del asunto Shimoyana. La época ––quince años después del primer período––, junio de 1964, vísperas de los Juegos Olímpicos de Tokio que pueden traer a Japón impulso económico y promoción mundial. Esta parte de la novela es bastante kafkiana.
El tercer período, “La puerta de carne”, en otoño de 1988, mientras el emperador Hiro-hito exhala su último aliento. La investigación corre a cargo de Donald Reichenbach (Donald Richie). Es el detective más vivaz. En esta parte los diálogos son especialmente cultivados.
Los cuatro personajes sobre los que recaen las pesquisas tienen en común la desesperación que transmiten.
“Tener pesadillas es el precio de dormir”.
El estilo del autor es abrumador, apabullante.
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