CRÍTICA DE LIBROS.- “La mala suerte” de Beppe Fenoglio, 68 págs.

Sinopsis de Huerga y Fierro Editores: La mala suerte está considerada como una de las mejores novelas del autor, por la extraordinaria homogeneidad de su lengua, que basa su originalidad en el acoplamiento perfecto con el universo narrado. La maestría de Fenoglio, como lo demuestran los numerosos estudios, se hace patente a la hora de saber elaborar un lenguaje absolutamente personal, único, donde el elemento dialectal logra impregnar el texto, no ya sólo a nivel del léxico (que suele ser lo más inmediato), sino también en lo que se refiere a la sintaxis y a la morfosintaxis. Un lenguaje, pues, elemental, de matiz realista, que lejos de mimetismo dialectal propio de la literatura neorrealista, se adapta perfectamente a la pretendida veracidad del relato y sabe contar con enorme eficacia, por boca de un muchacho campesino de principios de siglo, la dureza, casi primitiva, de la vida rural de una región deprimida del ahora próspero norte italiano, particularmente abrupta y aislada.

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En la introducción del libro se nos dice que Fenoglio (1922-1963) es un escritor que nos hace creer en la literatura: el destino del hombre, la muerte, el bien y el mal, el amor, la traición, la guerra y la paz, la libertad y muchos otros temas que serán protagonistas de la obra narrativa de este autor italiano.

La malora (la mala suerte) hace a Beppe Fenoglio un indiscutible clásico de la literatura italiana del siglo XX. El autor confesó a la Editorial Einaudi que sus datos biográficos ”los puedo despachar en un santiamén: fui al colegio y a la universidad, naturalmente sin llegar a licenciarme; luego fui soldado en el ejército y partisano en la Resistencia; hoy, muy a mi pesar, soy representante de una conocida firma enológica. Me pide una fotografía. Hace ahora exactamente siete años que no me he hecho ninguna”.

Italo Calvino lo consideraba el autor más solitario de toda su generación. Autodidacta y un poco primitivo. Tiene dos filones argumentales: las obras de temática partisana y las de temática campesina (en esta última hay que colocar a La mala suerte, en la que narra la condición servil en el Piamonte italiano a principios del siglo XX). En una y otra temática este hombre nos habla de la resistencia pura, sin retórica, de la resistencia humana en toda su complejidad.

No escribe por diversión “me cuesta sudor y lágrimas. La más sencilla de mis páginas sale despreocupada de una docena de fatigosos borradores”. Su lenguaje es único y personal. Una escritura densa, difícil, dura, inexacta a veces y fascinante.

La mala suerte es una historia de desposeídos, contada por un pueblerino cateto. Era miserable la vida de aquellos jóvenes. Bastaba una tormenta de granizo o una pequeña deuda para que su padre los vendiera– –prácticamente–– como esclavos.

Hambre tenían para dar y regalar: Apenas comían una ración de polenta al día. Por la noche, en mi jergón, esperaba que se me durmiera la barriga para que también se me pudiera dormir la cabeza.

La vida de esos campesinos era miserable; hicieran lo que hicieran y como lo hicieran, el dueño les recriminaba siempre. Los aparceros agachaban la cabeza y se mordían la lengua. Una de las frases más repetidas era: La vida nos castiga con dureza.

Es un relato que produce hambre y rabia. Tiempos extremadamente duros, injustos y de miseria absoluta.

––Qué fácil resulta mostrarse generoso cuando se ha ganado.

––El amo se reía como hacen las burras cuando las llevan al macho.

––Recordad, muchachos, que las mujeres son animales. No podéis atraparlas como a los animales porque ellas no tienen rabo, pero si les arreáis en la cabeza, saben a qué atenerse.

 

El amo está convencido de que todos los empleados están allí para chuparle la sangre. “Al amo si le dices ‘toma’ lo entiende al vuelo, pero si le dices ’dame’ no se da por aludido”.

 

Después de la catarata de desgracias que le sobrevienen al desventurado protagonista, la novela no podía tener otro título que la mala suerte.

Es una novelita imprescindible para ilustrarnos desgarradoramente sobre la vida que arrastraban aquellas personas. Una época, hace tan solo un siglo, que los que permanecemos vivos no podemos ni imaginar. Se lo debemos a la pluma desgarradora de Beppe Fenoglio.

Muy recomendable su lectura. De verdad.

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