CRÍTICA DE LIBROS. - Panait Istrati: “Kyra Kyralina” (173 págs.) y “El tío Anghel”(177 págs.)

Sinopsis de la Editorial Pre-Textos: La narrativa de Istrati se organiza en torno a la vida de Adrian Zograffi, su alter ego imaginario que actúa como narrador, testigo o personaje. Kyra Kyralina y El tío Anghel sus dos obras cumbre forman parte del primer ciclo. Kyra Kyralina (1923) abre la epopeya balcánica y recoge la vida de Stavros, su infancia, su perversión por un turco y la búsqueda febril de su hermana Kyra por los harenes de Constantinopla. La obra, que gira en torno a la idea del viaje y de la fatalidad del destino, es un canto a la amistad verdadera y a la libertad.

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 Hoy comento dos relatos de un autor, que para mí, era un perfecto desconocido, que me parece interesante. ¿Quién es este hombre?

Vagabundo rumano y, en efecto, gran escritor autodidacta, Panait Istrati nació en Braila -ciudad portuaria del Danubio- en 1884. Hijo natural de una lavandera rumana y de un contrabandista griego, sólo asistió a la escuela durante cuatro años y realizó todo tipo de trabajos para ganarse la vida. Su espíritu inquieto y aventurero lo llevó a partir a Oriente Medio, en 1906, sin dinero ni pasaporte. En 1921, se instaló en Francia.  

    Desesperado por la tuberculosis, la pobreza y la muerte de su madre, intentó suicidarse cortándose el cuello. Fue encontrado agonizante, con una carta dirigida al escritor Romain Rolland. Los médicos le salvaron la vida y Rolland le ayudó a iniciarse en los ámbitos comunistas, para convertirlo en el Gorki de los Balcanes. Invitado en 1927 a visitar la Unión Soviética, su crítica feroz a las colectivizaciones le costó el rechazo de los intelectuales franceses, por lo que decidió volver a Rumanía, donde murió en 1935 sumido en el olvido.

En Kyra Kyralina, Stavros es un narrador de cuentos (dentro de otro cuento), una exquisitez del relato oriental. Describe muchas vidas: su propia vida, la de su hermana Kyra y la de Dragomir (que resulta ser el propio Stavros). La constante es la búsqueda de la felicidad; la amistad es el refugio. El padre de Kyra y Stavros pegaba todos los días a su esposa, la madre de los críos. A menudo, el padre faltaba de casa y, al regresar, zurraba a su mujer. “Yo no sabía si la paliza era a causa de su ausencia o debido a que había regresado”. La familia no hacía nada más interesante que acumular dinero y rezar a dos dioses en tres lenguas.

Divertido el relato del carretero que conducía la carroza del arzobispo. Siempre llegaban tarde porque el conductor no podía azuzar a los caballos; sin jurar y maldecir (por la presencia de su Ilustrísima); los cuadrúpedos no le obedecían e iban solo al trote.

Muy triste la historia del homosexual al que obligaron a casarse con una doncella.

Y la queja de aquél traficante reprochando el bienestar de los jóvenes:  

¡Ah, estos niñatos! ¡Ni siquiera saben que hay

que tener dinero para poder vivir!

El tío Anghel (1924), estructurada en tres partes independientes, gracias a una cronología aleatoria, presenta el devenir trágico de dos seres excepcionales por sus pasiones excesivas: tío Anghel y el bandolero Cosma. Istrati, con la espontaneidad del cuentista oriental, “aspira a que sus novelas palpiten como un corazón y combina para ello las fuentes del mejor folklore balcánico con las anécdotas y personajes de su vida aventurera”.

Un autor desconocido que les recomiendo por su calidad.

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