Crítica de libros: “El vino del estío” de Ray Bradbury- 233 Págs.

Sinopsis de Minotauro: En tres prodigiosos meses de 1928, Douglas Spaulding observa, escucha y saborea las sorpresas rituales de un verano especial: el descubrimiento de la vida y la muerte, el último tranvía, la limpieza de las alfombras, la aparición de las hamacas en los porches, la cosecha del vino del estío... pero también máquinas extraordinarias y magia, misterios: la Máquina de la Felicidad, que casi destruye la felicidad de su inventor: la Máquina Verde, que pasea a dos viejas señoras por las calles del pueblo; la Máquina del Tiempo en el cuerpo de un viejo coronel; la terrible y fabulosa Madame Tarot.... lo fantástico y lo cotidiano se dan la mano en esta deliciosa crónica de un verano, visto a través de los ojos de un muchacho de doce años.

*   *   *

Hace mil años me sentí prendado de este precioso libro de Ray Bradbury. Me parece que el ejemplar que leí conservaba como título la traducción literal “El vino de diente de león”. Por entonces, estaba enganchado a la ciencia ficción y había leído las “Crónicas marcianas” y el famosísimo “Fahrenheit 451” del mismo Bradbury.

El vino del estío me cautivó y lo recomendé a cuantos se pusieron a tiro. Luego supe que el autor se consideraba “un narrador de cuentos”. Estoy totalmente de acuerdo. Todo “El vino del estío” es una sucesión de cuentos.

Como el de los zapatos para la canícula:

El chico Douglas Spaulding quiere unos zapatos de tenis nuevos, para el verano que empieza en el libro, pero su padre piensa que los del año pasado están aprovechables. Ni corto ni perezoso el muchacho entró en la zapatería y dialogó con el dueño, el señor Sanderson. El chaval le expuso un torrente de argumentos infantiles, pero contundentes, que dejaron anonadado al viejo.

El señor Sanderson, hipnotizado por las palabras del jovencito Spaulding, le pregunta si dentro de cinco años aceptaría un puesto de vendedor en su tienda. Douglas le da las gracias y le responde que todavía no sabe lo que será en el futuro.

––Lo que quieras, hijo, serás lo que quieras ––dijo el viejo––. Nadie podrá detenerte.

El protagonista es un muchacho despierto. Para él, el verano se divide (por un lado) en Ritos y ceremonias (lo que hacen todos los años: el primer vino de diente de león, el primer baño, la primera vez que corre con los pies desnudos por la hierba…) y (la segunda parte) Descubrimientos (“los mayores y los chicos siempre se pelean porque son de raza distinta y las paralelas nunca se encuentran”).

El libro cuenta ––desde los ojos preadolescentes de Douglas–– cómo tendemos a suprimir las cosas que pueden saborearse en la vida. Sin darnos cuenta que las cosas pequeñas, las alegrías pequeñas, cuentan tanto o más que las grandes. Porque existen aromas y cosas que crecen y un tiempo de buscar y encontrar.

El Solitario es un delincuente que mata a mujeres que se atreven a ir solas por la cañada. Ray Bradbury hace pasar auténtico miedo al lector, sugestionado por la magnífica descripción de lo que le va ocurriendo a la vieja Lavinia.

La muerte de la bisabuela (“igual que los habitantes de los mares del sur, que saben cuándo van a morir”); se despide de toda su numerosa familia, les aconseja cómo reparar el tejado, hacer los menesteres domésticos y después de esto se va…

Y el mar la llevó otra vez a lo largo de la costa”.

Un delicioso relato de nostálgicos recuerdos.

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