CRITICA DE LIBROS: “Cervantes para cabras, Marx para ovejas” de Pablo Santiago Chiquero – 309 Págs.

Sinopsis de la Editorial Maclein y Parker: Mateo es un pastor de cabras y ovejas de Abra, un apartado pueblo de la provincia de Córdoba. Inteligente e inquieto, la falta de alicientes en su vida hace que sufra una severa depresión. De su letargo solo logra rescatarlo Lázaro Esquivel, un maestro recién llegado, quien por las mismas semanas de la proclamación de la Segunda República consigue sanar a Mateo gracias a una terapia muy poco ortodoxa. Con el pastor recuperado, el primer objetivo será reconquistar a Conchita, la antigua novia del joven; el segundo, difundir la lectura y arrancar al pueblo de Abra de su incultura secular, gracias a un falso experimento veterinario entre cabras y ovejas que pondrá a todo un pueblo a leer El Quijote, de Cervantes, y El capital, de Marx.

Con lucidez y humor, con una resolución casi quijotesca, esta novela plantea la posibilidad de una metamorfosis completa de la sociedad a través del conocimiento y el cambio de valores que este conlleva.

 

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Este asombroso libro es un canto a todos los que leen; y al inconformismo. Con ese título, la redacción tenía que ser muy cervantina: llena de belleza, ensoñación y amor. Usa expresiones como camaranchón (el desván donde se guardan trastos viejos), “del mucho hacer y probar”, “hacer del cuerpo” o “el magín” (imaginación)… que el autor nos va prodigando con mucha sorna.

La historia que cuenta Pablo Santiago Chiquero es sencilla y pedagógica. En un pueblecito cordobés de míseros jornaleros que quiere prepararse para afrontar el hambre y la miseria.

Está escrita con un encomiable sentido del humor y con la lucidez de los clásicos. Los personajes de pueblo de esta fábula maravillosa y entretenida me recuerdan a los de películas entrañables de Berlanga o “Amanece, que no es poco”, de Cuerda.

Entre los múltiples pasajes deliciosos del libro cito el del cura de Abra, el pueblo donde se desarrolla. Celoso del éxito de las lecturas de El Quijote y El Capital, el párroco propuso que se leyeran también, públicamente, pasajes de la Santa Biblia. Así se hizo, pero tuvieron que suspenderse las lecturas del Evangelio en las calles y plazas del pueblo porque resultaron muy incendiarias y subversivas; mientras que cuando las leía el cura ––en la iglesia–– los feligreses, no se amotinaban. El efecto de los libros depende mucho de quién los lea y dónde se lean.

Reflexiones del autor: “Los lectores de libros no tienen necesariamente el bolsillo más lleno, pero atraviesan la vida con mejor humor y entendimiento”. “La lectura es más una actitud ante la vida; una forma intensa, cálida y divertida de pasar por este mundo”.

Invita a la reflexión.

Este libro no ha caído en la trampa de lo mojigato ni en la frivolidad. Es una obra lúcida, genial y magnífica; tierna, ingenua, atrevida.

Un descubrimiento.

Léanlo, por favor.

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