Tokio organitzarà les Olimpiades de 2020 i no Madrid

Madrid Veinte Veinte

Estos pasados días los medios de difusión y la clase gobernante mostraban un optimismo desbordado sobre las posibilidades de la candidatura de Madrid para organizar la Olimpiada de 2020.

Algunas personas sensatas se preguntaban qué beneficios traería para toda la sociedad si Madrid salía elegida.

Buena pregunta porque con estas cosas siempre ganan los mismos.

Últimamente, parece que no haya forma de crear trabajo si no es atrayendo grandes eventos y faraónicos pelotazos: la Fórmula Uno, la visita del Papa, la Copa del América, el aeropuerto de Castellón ––y un etcétera tan largo como ustedes conocen––, flores de pocos días y que nos han sumido en la tremenda situación actual.

Para justificar la dureza de las medidas de recortes nos repetían que era el veredicto de las urnas. Y a jeringarse tocan.

Cuando se supo que las urnas de los integrantes del Comité Olímpico eliminaban a Madrid (a la primera), el dictamen ya no ha sido el mismo: manos negras, complots sucios, graves insultos… gestos de mal perdedor.

A medida que los ánimos se vayan serenando más de uno se dará cuenta de que si él quería que saliera Madrid sería sólo por la emoción de haber ganado.

Porque, sensatamente: no se pueden cerrar plantas de hospitales y de atención urgente en algunos pueblos, recortar en educación, en salarios, en justicia, en servicios sociales, en investigación, en pensiones y subsidios, poner el copago en las recetas farmacéuticas, tener el 27% de parados y… ¡organizar una Olimpiada!

El hombre, se repite coloquialmente, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Y si es animal político, tres veces; se podría apostillar.