CRÍTICA DE LIBROS. Flores sobre el infierno, de Ilaria Tuti


Sinopsis: El primer cadáver es el de un hombre desnudo, con la cara desfigurada y los ojos arrancados. Algo aterrador está ocurriendo en las montañas: un recién nacido ha desaparecido y una sombra misteriosa vaga por los bosques. El caso requiere de todas las habilidades de Teresa Battaglia, comisaria de policía especializada en perfiles criminales que, todos los días, camina sobre el infierno. Su mejor arma es la mente, pero últimamente la está engañando; su lucidez está en riesgo y la investigación, por tanto, también. Por primera vez en su vida, tiene miedo.

Teresa y el joven inspector Massimo Marini, llegado desde hace poco de la ciudad a este enclave montañoso, deberán llevar a cabo la investigación más difícil a la que se han enfrentado jamás: un caso que hunde sus raíces en los episodios más oscuros y estremecedores de la historia de este rincón milenario del norte de Italia: un infierno que aún sigue latiendo.   

Había leído sobre este libro cosas así: “Italia tiene por fin su reina del thriller”… “Novela negra de altura”… “Una de las revelaciones del año”… 
Siento decirles que –ni mucho menos– esas afirmaciones son ciertas; se trata de un libro olvidable. Aunque sea una novela de buena lectura (tiene 81 capítulos muy cortos) y relativamente bien estructurada, es de ritmo desigual, discontinua, con demasiadas descripciones de paisajes montañosos que la hacen un poco cargante.
Le sobran muchas de sus 350 páginas.
El relato se demora frecuentemente porque hay una segunda línea argumental secundaria que nos lleva al pasado, al año 1978, en Austria. Y, además, resultan farragosas las explicaciones del caso en el que se basa la trama. Hay bastante trastorno mental, delirios, cuadros psicológicos (el síndrome de privación afectiva en los recién nacidos) y experimentos desquiciados.
Para mi gusto, el mayor acierto de la novela es su pareja de detectives. La comisaria Teresa Battaglia puede ser un caso insólito en la literatura criminológica. Su madre le había puesto Teresa creyendo que significaba Tesoro (en lugar de “cazadora”). Tiene unos 60 años, posee lo que nos gusta en un personaje: carisma, determinación e instinto. Pero también defectos y debilidades: es gorda, diabética y con pérdidas de memoria. No es uno de esos personajes femeninos actuales, en la ficción criminal, atractiva y de rompe y rasga. Sin embargo, el lector la acepta tal como es, una persona compleja y enferma que tiene miedo.
Y el inspector novato Massimo Marini, un joven voluntarioso que siempre trata de agradar a su jefa y que no consigue entenderla. Un acierto.
Ando rezongando últimamente sobre las alabanzas y exagerados elogios que las editoriales prodigan a ciertas publicaciones. Tengo que denunciar el abuso de tanta hipérbole, engañosa para el comprador. Comparar a esta autora con Luca D’Andrea y su inolvidable “La sustancia del mal” es un bulo, ganas de tocar el violón. Tampoco la considero una “novela negra” (en el sentido estricto), ni “de altura” (salvo que se refieran a que se desarrolla en las montañas).
Fácilmente nos olvidaremos de ella.

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