Como un BASILISCO
Churchill decía: “Rusia es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
Y Jorge Valdano: “Si crees que te has enterado de lo que nos ocurre a los argentinos, es que no te lo han
explicado bien”.
Supongo que ambos dirían hoy algo
parecido sobre el asunto catalán, que parece haber superado lo racional y que esté convirtiéndose en
una cuestión puramente emocional.
Por ningún lado se ve la salida a este
laberinto: lo que más indigna al independentismo
es que sus presos no estén ya en la calle; los nacionalistas claman contra unas penas que
ellos juzgan cortas. Porque, aunque parezca increíble, la sentencia del
Tribunal Supremo no ha satisfecho a nadie.
Como si el Derecho Penal fuera la peor
solución para los conflictos políticos.
De una parte, el President
Torra alentó las protestas contra las duras penas del Supremo a las que
calificó de insulto a la democracia (lo
dijo incluso antes de siquiera poder leerla). Luego animó a que se hiciera una
intensa reacción en las calles, siendo después el principal encargado de
reprimir a los que siguen sus indicaciones; para terminar con el grito de: Ho
tornarem a fer!
De otra, el Gobierno no
sabe quién mueve las protestas; como tampoco Rajoy (dos años antes) supo parar
un rocambolesco referéndum. Todo lo fían a los Tribunales, a la solución
judicial.
¿Y la ciudadanía? Como apunta Joan
Coscubiela: ni el Estado, con toda su
fuerza, va a poder acallar un movimiento tan masivo como el independentismo; ni
este va a derrotar al Estado, como perversamente hicieron creer unos e
ingenuamente creyeron otros. En estos dos últimos años no se ha tomado ni una sola iniciativa política. El
independentismo está fraccionado entre ERC y los herederos de Convergencia y no
explican a dónde quieren dirigir la fuerza política que movilizan.
¿Veremos algún día un proyecto viable
que nos presenten conjuntamente la catalunya independentista y la catalunya NO
independentista?
Allí, los sucesos de estos días no
ayudan a encontrar puntos de partida.
Y, en el resto de España, crece de
manera galopante la marea anti catalana, que presagia resultados propicios para
la derecha el 10 de noviembre.
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