CRÍTICA DE CINE: Vidas rebeldes (The Misfits), de John Huston- (1961)- 120’
En este confinamiento he tenido la
oportunidad de volver a disfrutar con detenimiento de muchas películas. Como
esta que quiero criticar hoy; realizada en una época que empezaba a mostrar el
declive del imperio americano, con tres guerras perdidas (Corea, Cuba y
Vietnam).
La acción dramática tiene lugar en Reno
(Nevada) a lo largo de pocos días de 1960. La bailarina Roslyn Taber
(Marilyn Monroe) acude a Reno para obtener un divorcio rápido y fácil. Allí
conoce a Gay Langland (Clark Gable), vaquero de unos 50 años, y a su
amigo Guido (Eric Wallach), mecánico viudo, veterano de la segunda
Guerra Mundial, de 40 años y que distrae su soledad pilotando una vieja
avioneta. Poco después, se une a ellos Perce Howland (Montgomery Clift),
amigo de Gay, joven trotamundos que lucha por mantenerse libre e independiente;
pasea su amargura por un mundo que no entiende.
Los tres tienen empleos marginales: Gay
caza caballos salvajes con destino a la fabricación de comidas para perros, Guido
regenta un pequeño taller mecánico propio y Perce malvive participando
en rodeos. No son seres rebeldes (como indica el desafortunado
título en español), sino hombres perdidos que deambulan por la vida.
El director John Huston realizó
esta obra con tres artistas en el ocaso. Es muy significativa la
importancia que la vida privada de los tres tiene en la película y que ––de
alguna manera–– sería el testamento de unos marginados que no encontraron
encaje en sus vidas; seres solitarios que luchaban por hallar un lugar:
Gable, tenía entonces
59 años y desde hacía veinte años arrastraba la pérdida de su gran amor (Carole
Lombard), muerta en accidente aéreo. Clark actuaría aquí por última vez (no
llegó a ver el estreno del film), al morir de un infarto.
Marilyn, más atractiva
que nunca y con una sensualidad deslumbrante, arrastraba las recaídas
emocionales que tuvo durante toda su vida. En esos tiempos estaba casada con el
dramaturgo Arthur Miller (autor del magnífico guion de esta película).
Como actriz, ya no quería ser la rubia bobalicona de años anteriores. Había
aprendido a actuar (“¿Has llegado a conocer a un hombre haciendo preguntas?”),
pero seguía teniendo graves problemas anímicos. Moriría al año siguiente por un
exceso de barbitúricos.
Montgomery Clift, (un ser
solitario, aislado, hermético, torturado por su homosexualidad, vencido por las
drogas y las secuelas de un accidente, en la vida real), en lo profesional fue
un autor intenso, de mirada turbadora que expresaba el sufrimiento. Murió
repentinamente en 1966, a los 46 años.
John Huston contó, además, con dos de
las mejores figuras secundarias de la historia del cine: Telma Riter y Eli
Wallach.
Vidas rebeldes es también mucha
desesperación y mucha vida. Nos habla de soledad y del miedo a la
soledad (“Eres la chica más triste que he conocido”). Retrata unas vidas
anodinas y sin esperanza. Los cinco se encuentran para apoyarse entre sí, para
tratar de adaptarse (“Solo hay que encontrar otra manera de estar vivo, si
es que la hay a estas alturas”).
Los personajes masculinos son
desarraigados; aborrecen la estabilidad y la paga fija. (“Tú, Roslyn,
tienes el don de la vida. Nosotros solo buscamos un lugar donde ocultarnos y
ver pasar la vida”).
Ella, Roslyn (Marilyn), le pregunta
al final a Gay (Gable): “¿Cómo sabes por dónde volver en la oscuridad?”.
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