"Cada país es desgraciado a su manera" (Tolstoi)

 

Por fin, parece que el mundo se ha librado de este nefasto ignorante: Donald Trump. El hombre del arrebato y de las mentiras; mostrenco, zopenco en el discurrir correctamente, que se había llegado a convertir en una caricatura de sí mismo.

Un sujeto que se negó a aceptar el resultado electoral en USA, desde antes incluso de que se abrieran las urnas o los sobres del voto por correo. Da gusto verlo patear ahora.

Este fulano que llegó a proclamar que “las mujeres, los negros y los inmigrantes debían conformarse con lo que tienen”.

Trump, pendenciero estridente, había logrado que la buena gente del mundo entero desease que perdiera las elecciones, que se habían convertido en un plebiscito: Trump sí o no.

El chirriante Trump deja tambaleantes a las instituciones de los EEUU. El declive del imperio americano y ––sobre todo–– su obsoleto sistema electoral.

Por ejemplo, la incongruencia de que el candidato que saque más votos en una circunscripción se lleva todos los compromisarios de ese Estado (y a su oponente no le queda ni una sola representación), aunque el resultado sea del 50;1% contra el 49,9%.

Se ha dado el caso de que en Dakota del Norte ha ganado un candidato que llevaba muerto varias semanas; ello ha sido posible porque ha papeletas por correo que se pueden enviar cuarenta días antes del día de las elecciones.

A pesar de su derrota este mentiroso Trump ha recibido más de setenta y cuatro millones de votos, 4,6 millones más que en 2016, porque la participación de votantes ha sido mayor que entonces. Me pone los pelos de punta que este energúmeno tenga esa barbaridad de votantes.

El ganador, Joe Biden no tiene la pinta que cabría desear para arreglar Norteamérica. Como me dijo un amigo: “En Norteamérica, Ciudadanos ha ganado a Vox” …

 El partido demócrata ha tenido que escoger a un tipo gris, que no causase el rechazo de la población. Si algo ha resultado clarísimo es que los yanquis son unos tipos extrañamente extravagantes comparados con los moradores del resto del mundo. Estos últimos días, escuchar las altaneras declaraciones de algunos americanos me ha puesto la carne de gallina. No son como nosotros, son ellos mismos.

Y apunto esto porque en USA hay 112 armas por cada 100 habitantes. Más armas que ciudadanos. El país, el “Faro de la Libertad”, tiene casi tantas religiones como individuos; algunas, con nombres tan exóticos como “Los Santos de los Últimos Días”.

La arrogancia americana, la mayor democracia del mundo, ha sufrido un descrédito general, por el peregrino cuento de votos y el recuento. Un espectáculo que ellos calificarían de bananero si lo hubiera ocasionado Maduro, pongo por caso.

Los de las encuestas, predicciones y vaticinios se han vuelto a lucir. Como de costumbre.

¡País!

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