CRÍTICA DE LIBROS: “La acompañante” de Nina Berbérova (119 páginas)
SINOPSIS: “La acompañante” arranca con una ficción dentro de la ficción: el hallazgo accidental del diario personal de una mujer rusa que murió en un estado de soledad y pobreza extremas, en una humilde pensión de París. En él, Sonia (o Sónechka), repasa su desolada vida con una mirada amarga. Tuvo una infancia difícil porque su madre, profesora de música, soltera, tuvo que cuidar de ambas como pudo, en un ambiente hostil por su estado civil y con escasos medios materiales. El estallido de la revolución bolchevique no hizo más que empeorar las condiciones generales del país, aportando más limitaciones a su magra existencia. Terminó su formación musical siendo una joven “anónima, mediocre”, poco agraciada y sin talento.
Cuando la cantante María Trávina, una mujer enérgica y fascinante, decide contratarla para que la acompañe al piano en sus espectáculos, se le ofrece la oportunidad de empezar una nueva vida, rodeada de comodidades. Por fin podrá vivir en una casa con calefacción, podrá comer bien y viajar al extranjero. Pero el brutal contraste con el ambiente del que procede, así como el desigual éxito que cantante y pianista van recogiendo en sus actuaciones por los teatros y los salones de Moscú y París, la llevarán a establecer una relación de amor/odio hacia la soprano, hasta convertirse en una ambigua obsesión. La seguridad con que María actúa, encarna la arrogancia de una clase social acostumbrada a estar por encima de los demás por derecho propio, mientras que Sonia se siente perteneciente al “bando de los tontos por obra de Dios”, irremediablemente destinada a ser desgraciada.
La autora, Nina Berbérova, abandonó Rusia en 1922 y ha seguido escribiendo en su lengua natal el resto de su vida, que se apagó en Filadelfia, después de haber vivido casi un siglo.
Esta novela corta, traducida por Marta Rebón, es una gozada.
La estructura del pequeño relato me recuerda a Stefan Zweig. Bervérova emplea el recurso del texto encontrado, para reflexionar sobre temas esenciales de la condición humana. Tiene el mérito de mostrarnos la relación de dos personajes antagónicos: María, soprano (de la alta sociedad de san Petersburgo, de vida privilegiada incluso después de la revolución) y Sonia, su acompañante de piano (hija de profesora de música soltera y pobre) con habilidad al teclado, pero “sin genio”, tienen una relación ambivalente y de tintes masoquistas. Y con estos dos personajes nos va a explicar que los emigrantes rusos perdieron la relación con la tierra y la patria.
Se alejaron cada vez más de Rusia, y Rusia aún más de ellos. Perdieron la condición de rusos y de nobles. Y dado que no habían sido otra cosa que rusos y nobles, lo perdieron todo. Se hundieron por el peso de su propia tragedia.
“En la Rusia de 1919 la gente vivía, bien como hormigas, bien como lobos”.
En San Petersburgo abundaba el frío, el hambre, el miedo y la suciedad.
Sonia, la acompañante pianista, “tenía muslitos de gallina, patitas de cabra y pechito de gato ¿qué futuro la esperaba?”, dice un personaje. Ella se pregunta ¿Por qué Dios no nos ha hecho a todos iguales?
Al cabo de un tiempo, María contrata a Sonia y comienzan un exitoso viaje por Moscú, Estambul, París, Milán…
La acompañante pasó del desamparo ––y la miseria más tremenda–– a la vida exuberante, colorida y generosa, llena de veladas y restaurantes.
Sonia tocaba el piano; la cantante daba su concierto. El triunfo no era de las dos (el nuestro). La gloria era para ella, la diva. Y la pianista estaba en el bando de los tontos por obra de Dios y del destino. El universo divino estaba maravillosamente ordenado.
Entonces Sonia fabula una salida ––muy de Dostoievski–– a su conflicto, porque la justicia divina no va a restaurar el debido orden.
En sus memorias, Berbérova escribió:
“Dadme una piedra, y sabré convertirla en pan. No os preocupéis por mí. No pido pan, sólo una piedra. Sé que hacer con ella”.
Una autora capaz de escribir de esta manera, es altamente recomendable.
NO SE LA PIERDAN.
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