CRÍTICA DE LIBROS: “Memorias de una vaca” de Bernardo Atxaga- 193 Págs.

Sinopsis de SM: Un día, “la vaca que ríe”, comentó que no hay en este mundo una cosa más tonta que una vaca tonta. Desde entonces Mo, nuestra vaca protagonista, ha intentado demostrar que ella tiene una gran vida interior y ni un pelo de tonta. ¡Ni uno! Curioso punto de partida para una historia. Sorprende la visión del mundo que tiene una vaca, más aún si Atxaga nos transcribe sus recuerdos. Mo es una vaca reflexiva, divertida, tierna incluso, que tolera como puede a su pesado ángel de la guarda. Envejece y, para no caer en el olvido, decide escribir sus memorias: una peculiar visión del mundo rural vasco en los años 40.

Atxaga nos regala un hermoso y extraño relato donde personajes e ideas se desenvuelven con autonomía. Una curiosa monja, una voz interior o la vache qui rit, famosa pensadora francesa, son los principales personajes que marcan una vida vacuna intensa y racional.

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Bernardo Atxaga es el escritor en euskera más leído de la historia. En su momento, disfruté leyendo el admirable Obabakoak, un mundo mágico y mítico. Premio Nacional de Narrativa en el año 1989.

Memorias de una vaca” es un libro infantil. Atxaga sitúa el cuento en 1940 y trata de poner pensamientos y acciones de las personas en el corpachón de una vaca negra, que nos escribe sus memorias. Esta personificación ha de ser coherente y, en algunos momentos lo consigue. No siempre.

Los personajes están bastante logrados: Gafas Verdes, el Pesado (una voz interior miedosa y castrante), la Vache qui rit, el Encorvado, Pauline… El libro tiene ilustraciones que, a mi juicio, debieran mejorarse.

El relato tiene carga política porque el escritor quiere mostrar –de alguna manera– la vida cotidiana en el País Vasco de 1980. En el valle, las vacas servían para avisar al maquis: si estaban estabuladas indicaban que no había guardias por los contornos y, si pastaban libremente en el bosque, era señal de peligro para los rebeldes. Por otra parte, entre los sacos de pienso (que los guardias nunca abrían para comprobar) mandaban el abastecimiento (arroz, legumbres) para los guerrilleros.

También dedica un pasaje a dos vacas jóvenes que tienen que correr como “vaquillas” para entretenimiento de los mozos (“la gentuza, según las vacas) en la fiesta del pueblo.

En suma, un libro curioso ––al tratarse de un estupendo autor–– que no ha cumplido todas las expectativas que me esperaba. Para mi gusto, está muy lejos del magnífico “Cervantes para cabras” …, que critiqué el 10 de mayo.

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