CRITICA DE LIBROS: Los apoyos de Hitler: "El orden del día", de Éric Vuillard
Sinopsis de la Editorial
Tusquets: En febrero de 1933, en el Reichstag tuvo lugar una reunión secreta, que
no estaba en el orden del día, en la que los 24 industriales alemanes más
importantes —entre los que se contaban los dueños de Opel, Krupp, Siemens, IG
Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta— donaron ingentes cantidades a Hitler
para conseguir la estabilidad que él prometía. Desde ese año, Hitler ideó una
estrategia, de cara a la comunidad internacional, para anexionarse Austria
«pacíficamente»; para ello, mientras se ganaba la aquiescencia o el silencio de
primeros ministros europeos, mantuvo una guerra psicológica con Schuschnigg, el
canciller austriaco, hasta que la invasión (un alarde del legendario ejército
alemán, que ocultaba graves problemas técnicos) tuvo lugar.
Esta novela desvela los mercadeos y vulgares intereses comunes, las
falsedades y posverdades, que hicieron posible el ascenso del nazismo y su
dominio en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial, con las consecuencias de
todos conocidas. El orden del día narra de un modo trepidante y muy novedoso,
en escenas memorables, las bambalinas del ascenso de Hitler al poder, en una
lección de literatura, historia y moral política.
Los asistentes a esa reunión secreta no son 24 nombres. Cuando mueren,
sus hijos y nietos se sentarán en el trono. No se llaman por sus nombres sino
Agfa, Opel, Siemens, Allianz, Telefunken… Son nuestros coches, nuestras
lavadoras, nuestros seguros, nuestras radios… Las marcas sobreviven.
El libro es un relato breve, tiene 141
páginas, y ha sido premiado con el Goncourt,
el mayor de las letras francesas. El ganador del premio solo obtiene 10 euros
––puro prestigio––, pero es un galardón que todo escritor quisiera obtener.
Estamos ante un relato histórico, con
algunos detalles de relleno (la historia en los detalles) demasiado veraces. La
pregunta que surge de esta pseudo-novela es: ¿Qué hubiera sido de Hitler de no conseguir el apoyo de esos 24
hombres? Es fácil de imaginar.
Lo que sí lograron, entre otras cosas,
fue mano de obra barata de los judíos encerrados en los campos de internamiento.
Éric Vuillard nos describe cómo los
tanques alemanes, supuestamente infalibles, se averiaron nada más cruzar la
frontera austriaca en 1938, irritando hasta el vértigo a Hitler. Los austríacos
recibieron a los nazis con indecente júbilo, impacientes porque los invadieran.
Y también, es magistral la narración de la cena en Downing Street con
asistencia el premier británico Chamberlain, su gobierno y el ministro nazi de
Exteriores (el payaso Von Ribbentrop), quien alargó y alargó la comida, para
evitar una reacción de los británicos frente a la ocupación. Durante la cena,
el primer ministro había recibido un telegrama que le anunciaba la terrible
noticia de que se había producido la invasión de Austria y, por cortesía británica hacia el histrión
alemán, no tomó decisión alguna.
Ambas descripciones
podrían pertenecer a una película de Chaplin y desvirtúan todos los mitos sobre
la Historia en mayúsculas: “Solemos creer en las grandes decisiones y los
grandes desgarros, cuando ––si miramos con precisión–– suelen ser una serie de
telefonazos, amenazas, golpes bajos, montajes… Eso también era interesante:
contar cómo un cataclismo de aquella amplitud se anunció de una manera bastante
mediocre”.
Una advertencia:
“Nunca se cae dos veces en el mismo
abismo. Pero siempre se cae de la misma manera, con una mezcla de ridículo y
pavor. Y uno quiere tanto no volver a caer, que se agarra, grita. El abismo
está jalonado de altas moradas. Y la Historia está ahí, diosa sensata, estatua
erguida en medio de cualquier Plaza Mayor, y se le rinde tributo, una vez al
año, con ramo secos de peonías, y a modo de propina, todos los días, con pan
para las aves”.
El autor Vuillard continúa: “Desde
hace 30 años, todos los principios intangibles que aprendí cuando estudiaba
Derecho se desmoronan. La libertad retrocede en nombre de la seguridad. La
igualdad también recula. Es preocupante y nuestro punto de vista debe
respaldarse en esa constatación”.
Utiliza la historia para entender el presente. De nuevo, el criterio del autor:
Sí, el presente es inquietante y borroso, difícil de comprender. Y
la historia, que jamás es neutral, siempre tiene un sentido político Yo hablo
de política de la misma manera que lo hacía Víctor Hugo en 'Los miserables'; mostraba las miserias sociales a su alrededor en un país
que había luchado por la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Mi relato no es una
mirada moral. No, es una mirada política. V. Hugo no reprochaba nada a nadie,
sencillamente mostraba la pobreza como un fenómeno social. La recepción de
'Los miserables' fue estremecedora y fue así porque lo que contaba era verdad. Cuando uno escribe debe tener el convencimiento
de que sus palabras van a revelar lo que es el mundo. No sirve decir la verdad
a medias. En el curso de la escritura lo
que nos hace temblar es la verdad. Porque la verdad es lo que nos toca, nos
emociona y nos hace pensar.
Una prosa
excepcional. Un poema. Un gustazo.
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