CRÍTICA DE LIBROS. “Tres maestros”, de Stefan Zweig
SINOPSIS:
"No es por casualidad que reúno en un solo
libro estos tres ensayos sobre Balzac,
Dickens y Dostoievski. Con un propósito común trato de mostrar a los tres
grandes novelistas –y en mi opinión los únicos– del siglo XIX como
prototipos que precisamente por el contraste de sus personalidades se
complementan y quizás elevan a forma clara y distinta el concepto de novelista,
es decir, de forjador de mundos épicos... Cada uno de estos artistas crea una
ley de vida, un concepto de vida, con la plétora de sus figuras, y los destaca
con tanta armonía que gracias a él el mundo adopta una nueva forma." Stefan Zweig
Zweig
hace una distinción, en el prólogo del libro, entre el autor de una novela y el novelista. Novelista solo lo es el genio enciclopédico,
el artista universal que construye todo un cosmos con sus propios modelos, sus
propias leyes de gravitación y su propio firmamento.
Los
héroes de Balzac quieren someter al
mundo, son ambiciosos y dominantes; los de Dickens son comedidos, quieren un
pedazo de felicidad; los de Dostoievski son fogosos y arrebatados, volcánicos
como su autor, quieren ser un redentor.
Honoré Balzac nació en junio de 1799. Napoleón regresó ese mismo año de
Egipto, mitad victorioso, mitad fugitivo. Así pues, Balzac conocerá una de las
épocas más interesantes de la historia: “Alguien llega a París de una isla
cualquiera del Mediterráneo, sin amigos, sin oficio ni beneficio toma posesión
del poder desenfrenado y lo lleva de la rienda, se apodera de París, luego de
Francia y luego del mundo entero”.
Balzac
también quiere conquistar el mundo, con la pluma. Empieza en una buhardilla y
escribe con seudónimos para probar fuerzas. No le satisface el resultado y deja
la pluma, durante tres o cuatro años, para retomarla y no cesar hasta su
muerte.
La
misión del escritor solo puede ser describir la presión atmosférica de su
época. Ninguno compartió nunca tanto como él los goces de sus criaturas. El
inmenso saber de Balzac es intuitivo. Describe magistralmente la sociedad, en ella encontraba un
sucedáneo siete veces más válido. Le compensaba vivir la pasión y los goces de
sus criaturas de ficción. Todos los placeres de sus criaturas eran suyos.
Charles Dickens nace en 1812. Es el escritor de la familia. Tuvo una relación íntima e inquebrantable con su pueblo.
Es el narrador más querido del mundo inglés. Su novela se identifica con las
necesidades y los gustos de la Inglaterra de entonces. Dickens se sentía
entusiasmado por lo banal, por las nimiedades de la vida. Sus libros son un
revoltijo de rarezas y bagatelas curiosas que brillan con fulgor nunca visto.
Este escritor aumentó la alegría al mundo.
Era
un genio visual y con una mirada de precisión. Son ojos ingleses fríos y
penetrantes como el acero, que descubren los más pequeños detalles humanos, lo
que da sentido a la vida. Dickens no es heroico, es sentimental. Su humor es el
elemento conciliador, un humor muy inglés; como todo en Dickens.
Fiódor Dostoievski (1821-1881), la primera impresión que produce es el miedo;
la segunda, la grandeza. Su mundo se
sitúa entre la muerte y la locura, en un sentido eterno.
Su biografía es una tragedia: nace en un asilo,
pasará los sesenta años de su vida en la miseria, en la enfermedad y en las
privaciones. Se libró de un fusilamiento, pero tuvo que sufrir cuatro años de
trabajos forzados en Siberia. Cuando regresa a Moscú escribe La casa de los muertos, que conmueve al
propio zar. Le clausuran una revista, muere su mujer y (poco después) su
hermano. Trabaja día y noche, pero las deudas son tremendas y tiene que salir
de Rusia, sin patria ni rumbo.
Si
Siberia fue el purgatorio, después Francia, Alemania e Italia son su infierno.
En este ambiente escribe Crimen y Castigo,
El Idiota, Los demonios y El Jugador.
Pobre, enfermo, acuciado de dudas. Tiene 50 años, pero parece haber sufrido
milenios.
Regresa a Rusia y escribe Los hermanos Karamazov. Muere (de epilepsia y enfisema pulmonar) y
su entierro es una explosión de dolor y de unión de todas las rusias. Tres
semanas más tarde el zar muere asesinado; resuena el alzamiento.
Dostoievski
siempre buscaba la plenitud. Buscó tanto el placer como el tormento. Fue
epiléptico durante los treinta años de su período artístico. Tuvo un vicio que
le hacía asomarse al abismo: el juego. Lo llevó hasta la desmesura. A través de
todos sus personajes Dostoievski se expresa como un maestro de las
contradicciones. Son personas insatisfechas y desmedidas que buscan el
superlativo. Todos tienen rostros descompuestos, todos viven con fiebre,
convulsiones y espasmos; saben que “en este mundo solo se ama de verdad a
través del dolor”. Aman con el
alma o los sentidos, pero no con los dos a la vez. En Dostoievski el odio se
parece al amor y el amor al odio.
El
alma es un laberinto en la obra de Dostoievski. En ella encontramos
borrachos que lo son por ansia de pureza, criminales por afán de
arrepentimiento, violadores de niñas por adoración de la inocencia, blasfemos
por necesidad religiosa. La contradicción engendra contradicción.
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