Crítica de libros: “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo
SINOPSIS.-
Este es un libro sobre la historia
de los libros. Un recorrido por la vida de ese fascinante artefacto que
inventamos para que las palabras pudieran viajar en el espacio y en el tiempo.
La historia de su fabricación, de todos los tipos que hemos ensayado a lo largo
de casi treinta siglos: libros de humo, de piedra, de arcilla, de juncos, de
seda, de piel, de árboles y, los últimos llegados, de plástico y luz.
Pero, sobre todo, esta es una fabulosa
aventura colectiva protagonizada por miles de personas que, a lo largo del
tiempo, han hecho posibles y han protegido los libros: narradoras orales,
escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios,
espías, rebeldes, monjas, esclavos, aventureras… Lectores en paisajes de
montaña y junto al mar que ruge, en las capitales donde la energía se concentra
y en los enclaves más apartados donde el saber se refugia en tiempos de caos.
Gente común cuyos nombres en muchos casos no registra la historia, esos
salvadores de libros que son los auténticos protagonistas de este ensayo.
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No había
leído nada de Irene Vallejo hasta
que mi amigo Grijalvo me recomendó esta joya, con su habitual vehemencia: Agustín, no hay mejor consuelo al luto de
terminar algunos estupendos libros que tener a quien pasarlos. No te lo pierdas.
El arranque
del prólogo es intenso, de lo más bello que he leído últimamente. Estamos
ante una divulgación muy seria; parece escrita por una cuentista. La historia
entendida como fábula. El ensayo del que me ocupo hoy tiene una lectura
digresiva (se aparta del relato del asunto principal para tratar algo que surge
relacionado); se pierde en centenares de deliciosas anécdotas y comparaciones
con la vida actual. Entre citas de autores clásicos va intercalando a numerosos
escritores más próximos a nosotros, títulos de películas o grafitis
innovadores.
Se nota que
la autora (41 años, filóloga clásica doctorada por Zaragoza y Florencia) es
amante apasionada de los libros y –mientras nos cuenta la invención de la
escritura, del papiro, el pergamino, la imprenta, el libro electrónico– se
entretiene a gusto por el camino, despertando muchas emociones.
Irene Vallejo
divide “El infinito en un junco” en
dos partes: Grecia y Roma.
Nos lleva,
en un viaje primoroso, por Alejandría (Alejandro Magno fundó 70 ciudades), la capital
de los placeres y los libros, la ciudad del sexo y la palabra. Ptolomeo levantó
la Biblioteca de Alejandría pensando que reunir todos los libros existentes es
una forma de poseer el mundo. Incluyó las obras más importantes de otras
lenguas traducidas al griego. “La memoria del Mundo”.
En aquella época no se trataba de libros como
ahora los conocemos. Hasta la invención de la imprenta cada libro era único y
sólo se podían conseguir copiándolos o robándoselos a otros. Al principio, eran
tablillas de arcilla secadas al sol; luego, papiros (de los juncos del papiro, que hunde sus raíces en las
aguas del Nilo, sacaban las fibras flexibles para fabricar cuerdas, sandalias,
cestas y hojas para la escritura) enrollados.
Algunas
culturas (como la inca peruana) crearon un poderoso imperio sin apoyo de la
escritura. La palabra viaja de un
extremo a otro del planeta. Cantores ambulantes y bardos, encargados de
fascinar a los que escuchan. A la oralidad
optaron: Sócrates, Pitágoras, Diógenes, Buda y Jesús de Nazaret. Bob Dylan es
un Nobel a la oralidad.
Irene
Vallejo tiene bien presente el papel de la
mujer en la historia y lo realza: Aspasia,
tal vez la primera mujer que peleó por la emancipación. Safo, única presencia femenina en la literatura griega. La mujer
siempre ha tejido y destejido historias. El libro tiene un pasaje delicioso en
el que nos cuenta las lecturas nocturnas que la madre de la autora le hacía de
niña. Y otro, muy emocionante, es el dedicado a la violencia entre los niños.
No quiero
alargarme en más detalles. Lean, por favor, este maravilloso libro ––una
extensión de la memoria y la imaginación–– que nos confirma que la lectura es
la experiencia humana más bella.
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