Crítica de cine: "Palabras para un fin del mundo" de Manuel Menchón

Un soberbio documental de Manuel Menchón, que alerta sobre las mentiras del poder.

Valiente, exacto, preciso y riguroso, el film da testimonio del comienzo de la II República y el posterior estallido de la Guerra Civil Española, analizando el papel de Miguel de Unamuno, como escritor e intelectual y la utilización propagandística que el régimen hizo de sus donaciones y de sus palabras.

La crónica transcurre, en su gran mayoría, en la ciudad de Salamanca. La película es en blanco y negro, aunque se han coloreado todas las banderas (y el fuego), para ilustrar mejor al espectador.

Personalmente me he sentido emocionado viendo el documental porque nací en Salamanca a finales de 1936 y en mis recuerdos infantiles y juveniles perduran muchas de estas mismas imágenes de la ciudad, que exhibe la película. Incluso, se da la coincidencia de que Don Esteban Madruga ––que sale en el film como sucesor de Unamuno en la Rectoría –– fue mi anciano profesor de Derecho Civil durante los cinco años de Carrera.

 Hace meses, Amenábar estrenó “Mientras dure la guerra”, también ambientada en la ciudad del Tormes; el film era una propuesta de ficción sobre la guerra civil. En esta reseña, que hoy critico, Menchón airea el complejo mundo de Unamuno y evidencia el difícil momento histórico de España, con un tercio de la población analfabeta y el país sumido en la miseria y el retraso. Todo, en imágenes de documentales y filmaciones de particulares.

Unamuno estuvo del lado de los partidarios de la República y se creó tantos enemigos en la derecha que el propio Tercer Reich presionó fuertemente a la Academia Sueca para que no le dieran el Premio Nobel de Literatura, que ese año de 1935 quedó desierto.

Tras ser proclamada la Segunda República, Unamuno fue propuesto para Presidente de la República, pero Don Miguel lo ignoró. Fue nombrado Rector de la Universidad salmantina y en su discurso de toma de posesión denunció a los Borbones (como pocos intelectuales han osado hacerlo): “esa dinastía que nos ha empobrecido y nos ha envilecido”.

Solemne y genial la voz de José Sacristán, para transmitir las palabras del escritor vasco.

Tras el golpe de estado del 18 de julio Unamuno pensó que el levantamiento era un movimiento republicano: La bandera republicana ondeaba en el Ayuntamiento y se convocarían elecciones, como los artífices de la asonada militar propagaban. Mes y medio después se desengañó de su error. El escenario había cambiado: se fusilaba a los disidentes, se represaliaba a los maestros, se mentía al pueblo. Entonces expresó su famosa frase: “Vencer no es convencer”.

Unamuno es el primero que denuncia la manipulación de la prensa. A las mentiras que se publicaban las llamaban “filfa” (hoy fake news).

  La tensión se hizo insostenible: el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad, durante la celebración del Día de la Raza, Unamuno se enfrentó a Millán Astray y a los falangistas.

Murió en su casa el 31 de diciembre de ese año, a las cuatro de la tarde. Sobre su muerte hay una velada cortina de humo y se crea en la prensa un relato sobre su muerte ¿para qué esta filfa?

 En mitad del velatorio, los de Falange se llevaron el cadáver de Unamuno y lo enterraron, pocas horas después, con honores falangistas.

Todos los datos oficiales de la muerte de Unamuno son irregulares: la única persona que le ve morir es el Jefe de propaganda de Millán Astray; no se le hizo la autopsia, aunque la causa de muerte que indicó el médico, la exigía; no se esperaron las veinticuatro horas y lo sepultaron apresuradamente…

Este excepcional testimonio deberían hacerlo llegar a los centros educativos.

Es magnífico.

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