CRÍTICA DE LIBROS: “Mentes Maravillosas. Lo que piensan y sienten los animales” de Carl Safina

Sinopsis: Entrelazando décadas de observaciones de campo con nuevos y sorprendentes descubrimientos sobre el cerebro, Mentes maravillosas ofrece una visión íntima de la conducta animal que suprime las clásicas fronteras que separaban hasta ahora a los seres humanos del resto de animales. En el libro, los lectores viajan al Parque Nacional de Amboseli en el paisaje amenazado de Kenia donde las manadas de elefantes luchan para sobrevivir a la caza furtiva y la sequía, luego al Parque Nacional Yellowstone para observar a los lobos y cómo gestionan la tragedia personal de una manada, para finalmente sumergirnos en la asombrosa y pacífica sociedad de las orcas que viven en las cristalinas aguas del Pacífico Noroeste.

Mentes maravillosas es una visión iluminadora de las personalidades únicas de los animales a través de historias extraordinarias sobre su alegría, pena, celos, ira y amor. La similitud entre las conciencias humana y no humana, el conocimiento de uno mismo y la empatía, nos lleva a reevaluar cómo interactuamos con los animales. Safina argumenta que, así como nosotros pensamos, sentimos, usamos herramientas y expresamos emociones, otras criaturas y mentes, con las que compartimos el planeta, también lo hacen.

 

Carl Safina es uno de los ecólogos y conservacionistas más importantes y serios; desarrolla sus principales líneas de investigación a través de su faceta de divulgador científico, publicando numerosos artículos sobre la complejidad del mundo animal y su relación con el ser humano, mediante colaboraciones con The New York Times, National Geographic o Huffington Post. Este es su séptimo libro publicado. Safina dice: Matamos lobos, ballenas, elefantes y otros animales no porque sean inferiores a nosotros, sino porque podemos. La barrera entre humanos y animales es artificial, ya que los humanos también somos animales. Los humanos son una raza entre otras y nuestra vida es una vida compartida.

Con Mentes maravillosas Safina intenta aproximarnos a esa mente animal, tan interesante y compleja como misteriosa e indescifrable. Y para ello aborda la investigación mediante tres campos de estudio:

En el primer bloque temático, constituido por un conjunto de capítulos en los que se abordan diferentes aspectos de la vida de los elefantes de Amboseli, nos encontramos con numerosos ejemplos del comportamiento de estos animales, desde su estructura familiar y grupal y sus relaciones con otros clanes, hasta conceptos más abstractos, como el sorprendente lenguaje de barritos con el que se comunican o la “idea” que tienen sobre la muerte, tanto de los suyos como de otras especies diferentes.

Gracias a las numerosas observaciones de campo y a las prolongadas conversaciones que Safina mantuvo con Cynthia Moss (una de las mayores especialistas en elefantes que existen), y con otros conservacionistas de la reserva de Amboseli, pudo dar forma y mostrarnos una imagen muy diferente de la que tradicionalmente se tiene de estos animales: nos enseña a unos seres sensibles, muy inteligentes, que además empatizan con otros animales, incluidos los humanos. Es una iniciativa pionera: observar a los elefantes haciendo cosas de elefantes. Desgraciadamente el destino de estos titanes no augura buenos tiempos, y es que su número va decreciendo a un ritmo alarmante según avanzan los años.

En los últimos diez años los cazadores furtivos han dado muerte a cien mil elefantes africanos (el 75% de los elefantes que existían. Ahora emplean flechas envenenadas para no revelar su ubicación con un disparo. Muere un elefante cada quince minutos. El precio del marfil, en cotas altísimas, está acabando con los elefantes.

El autor se va extendiendo en mostrarnos la fuerza inimaginable de los elefantes y su extrema sensibilidad; con la trompa pueden coger un huevo sin romperlo o matarte de un solo golpe. Dispone de conductos dobles para succionar agua y polvo. Es decir, una trompa hace aquello que una persona lograría con la combinación de ojos, nariz, manos y maquinaria.

Es asombroso que unos animales en libertad perciban el rango entre los humanos (distinguen a la jefa de vigilantes y cuidadores). Los elefantes coinciden en cuándo quieren comer, cuándo dormir, a dónde les gusta ir y qué comida prefieren. Son compatibles. Esto es difícil hasta en los humanos.

Los elefantes se organizan en familias lideradas por una matriarca. Los machos no son los líderes. Ella lidera y decide a dónde va ir la familia y durante cuánto tiempo. Las hembras alcanzan el máximo tamaño a los 25 años de edad: dos metros y medio de altura y 2500 kilos; los machos, tres metros y medio y 5.500 kilos.

Tras hacer la visita a los paquidermos de Amboseli, el autor nos lleva a miles de kilómetros, para enseñarnos uno de los parajes naturales más interesantes del hemisferio norte, el Parque Nacional de Yellowstone, en Estados Unidos. Allí, se adentrará en la vida y costumbres de los lobos salvajes del parque. Porque su existencia no dista mucho de la nuestra; gozan de las mismas inquietudes, anhelos y sentimientos que nosotros: amor, rabia, lealtad, pena, duelo, amistad… y lo muestran de maneras que nunca nos imaginaríamos verlas en animales de este tipo.

La vida de los lobos gira en torno a tres cosas: viajan, matan y socializan mucho. Son fuertes, aguantan muchísimo. Catorce lobos lograron matar a un enorme bisonte después de tres horas de asedio. La mayoría de los lobos casi siempre huyen de la gente y no la ven como una posible presa. Al parecer, en Norteamérica los lobos salvajes solamente han matado a dos personas (una en 2005 y otra, en Alaska, en 2010).

Los perros ––según el autor–– son lobos domesticados, una variedad doméstica del lobo; son especies muy cercanas que se fueron domesticando a sí mismos durante siglos y siglos, instalándose en torno a los asentamientos de los hombres. Safina se pregunta si las dos especies más similares son los humanos y los lobos. Las similitudes son asombrosas: los machos de otras especies no se esfuerzan durante todo el año, año tras año, para aumentar las probabilidades de supervivencia de las hembras (en la mayoría de las aves los machos sólo les proporcionan alimento durante la época de cría; en cuanto a los peces, los machos solo cuidan de la prole muy al principio; los simios transportan a los bebés, pero no se encargan de alimentarlos, etc.).

El último de los bloques nos va a acercar a unos mamíferos muy particulares, las orcas. En concreto, a las que viven en la zona sureste de la isla de Vancouver. No fue hasta hace pocos años cuando nos dimos cuenta de que existían dos especies (como mínimo) de orca: las transeúntes y las residentes. Las primeras, realizan largas migraciones a lo largo de la costa oeste de América del Norte, desde Alaska hasta México. Son orcas cazadoras de mamíferos (focas o delfines) y realizan auténticas planificaciones tácticas para atrapar a sus presas, mostrando un nivel de inteligencia muy elevado, más de lo que en principio cabría esperar.

Las segundas, en cambio, acostumbran a residir en zonas cercanas a la costa y tienden a no alejarse mucho de su propio territorio de caza, comiendo casi exclusivamente peces. A diferencia de sus primas transeúntes, mantienen fuertes lazos familiares, que perduran durante prácticamente toda su vida.

Las orcas son temidas hasta por las ballenas más grandes. Sin embargo, las orcas poseen mucha sutileza y mucha sensibilidad. Son inteligentes, maternales, longevas, cooperativas, muy sociales y entregadas a la familia. Los vínculos materno-filiales duran de por vida. De hecho, no se conocen otras especies donde las crías (machos y hembras) no se separen de la madre mientras esté viva. En inglés, las orcas se llaman “ballenas asesinas”. Misteriosamente, ninguna orca en libertad ha matado nunca a un ser humano.

Un libro muy interesante, en el que constantemente el autor nos va planteando continuos retos, por ejemplo: “¿Las plantas experimentan sensaciones?”. Responde: Tienen un vocabulario químico que nosotros somos incapaces de percibir o comprender. Pero las flores son la forma que tienen las plantas de avisar a las abejas y otros polinizadores de que el néctar está listo. Las raíces de crecimiento que se acercan a un obstáculo o a una toxina, a veces cambian el rumbo, incluso antes de entrar en contacto con ellos.

Da mucho que pensar.

El defecto más acusado del libro que critico es la extensión (más de 500 páginas), que ––como vengo repitiendo una y otra vez–– podía haberse reducido a la mitad, sin menoscabo alguno para la información científica y divulgadora. Se repiten, de manera infantiloide, ejemplos y anécdotas de primates o lobos, pongo por caso, muy parecidos unos a otros; la fatiga del lector es inevitable. Habrá que hacerse a la idea de que los norteamericanos van a imponer esta estúpida moda de digresión y de alargamiento innecesario.

 Prescindiendo de esta molestia, el libro es una delicia.

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