CRÍTICA DE LIBROS: “Todo en vano”, de Walter Kempowski- 352 págs.
Último año de la Segunda Guerra Mundial, Prusia Oriental. En ese frío invierno de 1945 la vida transcurre aparentemente tranquila en una enorme casa de huéspedes a las afueras del pequeño pueblo de Mitkau.
El señor von Globig está destacado en Italia, es un oficial que lleva meses fuera de casa. En la casa de Georgenhof viven su mujer, Katharina, su hijo Peter, la tiíta (una especie de ama de llaves) y el servicio, conformado por un emigrante polaco y dos sirvientas lituanas. La casa se edificó en una gran extensión de terreno que los nazis fueron incautando para la construcción de la colonia Albert Leo Shlageter, en la que Drygalski era uno de los cargos de mayor autoridad civil.
El decrépito final de Prusia Oriental como parte de Alemania es narrado fehacientemente por Kempowski en un libro majestuoso. Pero además lo hace desde los diferentes prismas de los personajes principales, dotando de humanidad y con nombres y apellidos lo que fue un hecho histórico: la desmembración de Prusia durante el año final del yugo nazi, la constitución posterior de los Países bálticos, y las vidas que se perdieron en todo ese proceso, éxodo mediante.
El contexto histórico de esta obra es el de la ofensiva del ejército rojo sobre Prusia Oriental, hacia Berlín (“el genocidio prusiano”). El derrumbamiento moral de la región ante el frente ruso. Desde finales de 1944, los soviéticos dejarían un rastro de matanzas, violaciones y brutalidades. Prusia desaparecerá del mapa de Europa.
“Todo en vano” está muy bien escrita. Describe una visión distinta de lo que está pasando para que cada personaje nos vaya dejando su huella. Y lo hace a través de la gran humanidad del autor. Es una novela peculiar, que nos dibuja pormenorizadamente las cosas cotidianas, las rutinas, las costumbres y manías de cada individuo. Kempowski se decanta a favor de los personajes que descubre. Por esa enorme casa (una especie de caravar: aquellas posadas de oriente en las que se detenían las comitivas y caravanas) van pasando una serie de refugiados a los que se daba cobijo como se podía. ¿Había camas en alguna parte? Daba igual. Se sentaban junto al fuego, contaban, discutían… Como si se conocieran de siempre.
El autor, con mucho cariño, va detallándonos los libros, las fotos, los armarios, las plantas, el musgo, las bebidas, los vestidos y cualquier detalle; en ningún momento resulta farragosa su enumeración. En cada uno de los 25 capítulos va analizando a un personaje, a un empleado, a un lugar o a un desconocido.
El viento aullando en las chimeneas…
Un libro estupendo.
La ofensiva había estallado en el este. Mil cañones disparando; el rugir constante se oía incluso cuando uno se tapaba las orejas. Iba en serio. Los rusos estaban ya en la frontera con Prusia, a menos de 100 kilómetros del caserón, a punto para el asalto final, ¿cómo hemos podido llegar a esto?
Gente con 62 años estaba reclutada, era el sexto año de guerra.
“En Alemania nadie piensa más que en sí mismo, reina el egoísmo”.
El alemán W.G. Sebald escribió: “La capacidad del ser humano para olvidar lo que no quiere saber, para no ver lo que tiene delante, pocas veces se ha puesto a prueba mejor que en Alemania en aquella época”.
El desenlace es aterrador. Cuando van saliendo del oasis de la mansión (la muerte, el frío, carros y cadáveres, la guerra) van cayendo uno tras otro. La contienda en su espanto final.
Muy recomendable.
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